ORGULLOSO

Corría el año 1950 y acabábamos de llegar a Argentina. Papá había hecho toda la Guerra y con tres hijos varones no quería otra guerra. Rápidamente nuestros padres salieron a buscar trabajo y ambos lo encontraron en la construcción.

A los meses, con mis hermanos fuimos a la escuela; a todos nos pusieron en Primero Inferior. Obviamente no hablábamos castellano, por lo que no la pasábamos bien.

Conservo un fuerte recuerdo: luego de la habitual liturgia de las fiestas patrias, a los recién llegados nos hacían poner delante del alumnado formado y, a la orden de la maestra, debíamos decir en voz alta, “Me siento orgulloso de ser Argentino”. No sabía su significado, pero no tenía problemas en decirlo. Con el tiempo fui comprendiéndolo cabalmente. Hoy, a los argentinos que bajamos de los barcos se nos desgarra el corazón viendo a nuestros hijos partir hacia Europa, y se nos hace demasiado difícil repetir con honestidad, que nos sentimos orgullosos de ser argentinos. No hay razones.

 

Nota: Profesor Humberto Guglielmin
guglielmin.humberto@live.com

Foto: Ancestros Italianos

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