¿Madura el knock-out para Dámaso Larraburu?

Editorial 111 – Escribe Diego Salvadori –

Tapa 1110001La verdad es que aún con los resultados puestos, para quienes miran las cosas desde el llano, cuesta encontrarle una real utilidad a las llamadas “Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias”. Un descomunal gasto de dinero, ánimo y energía, que encima, agota las reservas de humor de una sociedad hastiada de promesas incumplidas, desatinos, contrasentidos y corrupción.

Y todo, para nada… o para “casi nada”, salvo sacar del camino de cara a las generales a dos o tres listitas impresentables que, en honor a la democracia a la que proclaman defender, deberían haber considerado, en beneficio de todos, seriamente la posibilidad de siquiera haber existido. Sin embargo, si se pone empeño en observar un poco por debajo de la superficie, desde una estricta óptica bahiense, surge de este preliminar veredicto de las urnas, algún dato alentador, en especial, para quienes no pretendemos tener puesta otra camiseta que no sea la de la búsqueda del bien común.

Y para que no digan que nos impulsa alguna “animosidad personal” o algo por el estilo o saña de algún tipo, sirve comenzar citando un despacho del pasado martes 20 de agosto emitido por Nova, una agencia de noticias bonaerense, que se titula: «Las PASO dejaron en evidencia que el poder de los viejos referentes políticos quedó relegado». Lo curioso es que la nota da cuenta de dichos del “huido” intendente electo de nuestra ciudad, es decir Cristian Breitenstein.

Allí se menciona que el actual ministro de Producción de la Provincia, Cristian Breitenstein, aseguró que “las elecciones Primarias en Bahía Blanca dejaron en evidencia que el poder de los viejos referentes políticos quedó relegado ante el desastroso resultado obtenido el pasado 11 de agosto”. “Dámaso Larraburu, quien intentó sumar puntos a Sergio Massa tuvo una derrota importante, al igual que el referente de Juan Pedro Tunessi, quien perdió en la interna local del Frente Cívico contra el de Jaime Linares, con un escaso porcentaje de electores (4 y 5 por ciento, respectivamente)”, agregó.

Por último, lanzó: “El termómetro en Bahía está caliente y marcó el retroceso de una generación de políticos que quedó afuera”. Si todavía no lo cree, se lo reiteramos: quién dice esto es Cristian Breitenstein. El mismo que llegó a la intendencia puesto de la nariz por el mismo Dámaso Larraburu al que ahora pretende sepultar en un intento, quien sabe, por ponerse por fin los pantalones largos.

Está claro que esta definición está impregnada del que pareciera ser un nuevo gran odio personal. De hecho, son los propios familiares y amigos de Breitenstein los que le adjudican directamente a Larraburu, toda la responsabilidad en que “el pobre Cristian no pueda caminar tranquilo por la calle en su ciudad” como consecuencia de haberse ventilado como se ventiló el escándalo del COPROTUR o, peor aún, haberse virtualmente cerrado todas las puertas del municipio por parte de un ignoto intendente interino para aquel que había resultado electo y se mandó a mudar privilegiando únicamente su ambición personal.

Pero aun así no deja de ser un dato objetivo. Dámaso Larraburu y todo lo que representa es uno de los grandísimos derrotados de estas elecciones. Los resultados obtenidos por sus dos listas patrocinadas (es decir tanto la del Frente Renovador de Sergio Massa como la que a nivel local propulsó a su pupilo Matías Italiano como candidato a concejal del Frente para la Victoria “bevilacquista”) lo dejan maltrecho, al borde de un knock-out que podría producirse si en las generales la gente no cambia de opinión.

Bahía no quiere ser “k”, pero menos “Larraburista”

“No pegamos una: cuando aparece una esperanza que arrasa en la provincia para terminar con la lakra kirchnerista, en nuestra ciudad gana De Nárvaez, que en todo el resto del universo se cae a pedazos”, se quejaba el lunes 12 por la mañana uno de esos filósofos que deambulan en los cafés céntricos.

Es cierto: Massa arrasó en “casi” todo el territorio bonaerense, menos en dos ciudades grandes del interior, Mar del Plata y Bahía Blanca. En ambos casos, el intendente de Tigre, confió los respectivos armados en dos caciques/caudillos provenientes del más rancio peronismo: un tal Juan Garivotto en la “Ciudad Feliz” y Dámaso Larraburu en la nuestra.

Si el ex jefe de Gabinete de Cristina realmente es la “renovación” que algunos pretenden presentar, debería echar rápidamente de sus filas a estos dos personajes que, al menos por acá, tiñen de sospecha todo el resto de su armado. En realidad, la resultante es la consecuencia de un cóctel explosivo en el que a la mueca torcida que la sola mención del nombre del actual presidente de la Liga del Sur supone para muchos que, con toda razón y sobrados motivos, desconfiamos por las dudas de todo cuánto venga de su mano, se le suma la flojedad de dos candidatos que no alcanzaron a mover el amperímetro, tales los casos de Julián Lemos y María Marta Corrado. Y eso que ambos, además de la campaña audiovisual más costosa en los principales medios de la ciudad contaron con el asesoramiento de “coaches” expertos en marketing político que los prepararon para cada una de sus apariciones en medios.

Con todo, el pobre Lemos quien no parece poder con su alma cada vez que le toca enfrentar a una cámara o un micrófono, no logró parecer otra cosa que, en el mejor de los casos, un personaje secundario y absurdo, sacado de algún programa de Capusotto. Corrado, sin dudas bastante más locuaz y según la malévola insinuación de un concejal “breiteinsteinista” que figura expectante en la línea sucesoria de la intendencia, “sugestivamente parecida a la mediática Zulma Lobato”, hizo acordar en su aparición en el debate de Canal 7 a una actriz de telenovela, excesivamente guionada y ficticiamente afectada en gestos y tonalidades vocales para cada intervención. Todos estos ingredientes coadyuvaron a que sean muchos los bahienses que aprovecharan las PASO para empezar a dejar en claro que no tienen ganas de seguir tragándose el sapo de hacerle el jueguito a este personaje que tanto se ha llevado y tan poco (o nada) le ha dejado a la ciudad.

Habrá que ver si esta tendencia se consolida o se revierte de cara a las generales de octubre, porque hay que decirlo, el magnético sello de Massa acá en la ciudad lleva un lastre que le impide levantar el mismo vuelo que en otras partes. ¿Le hubiera ido igual de bien a Héctor Gay si el fantasma de Larraburu no hubiera figurado en la lista de candidatos a diputados nacionales del Frente Renovador? A no descuidarse: así como contrató “expertos” con honorarios en dólares para que le enseñen a decir dos palabras seguidas a Lemos y le aconsejen a Italiano contar sus desventuras de niñez, Larraburu será capaz de cualquier cosa con tal de no perder más terreno.

Qué curioso ¿no? El candidato del “kirchnerista” Bevilacqua y del “massista” Lemos, contrataron prácticamente a la misma empresa asesora en marketing político…

¿Alguien todavía puede dudar que a ambos, quienes llamativamente y a diferencia de otros sitios en donde massistas y “K” se tiraron con todo cuanto tenían a mano, ni se rozaron durante toda la campaña, los conduce, los banca y los dirige y los financia aquel al que servilmente responderán si llegan a resultar electos, es decir Dámaso Larraburu?

Claro que todo lo que diga a esta altura será insuficiente si la gente no lo tiene claro a la hora de volver votar otra vez dentro de dos meses. En especial en un contexto en el que poco y nada se puede esperar de otros candidatos “supuestamente” opositores (Emiliano Álvarez Porte, Martín Salaberry o incluso el actual titular de la ineficiente oficina del AFSCA local, Gustavo Mandará) a los que parece temblarle la voz a la hora de tan solo mencionar la vasca sonoridad de un nombre que representa gran parte de lo mucho y de lo malo que, políticamente hablando, le ha pasado a nuestra ciudad en los últimos años.

Pero todo esto será motivo de más análisis en las próximas semanas, lo mismo que la “curiosa” y para nada neutral actuación de algunos medios locales en el escenario político, algunos gastos de campaña realmente llamativos acaso y otras conjeturas a las que nos condenan—nunca mejor utilizada la expresión—estos tiempos preelectorales.

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