Nota: Profesor Humberto Guglielmin.-
SÓCRATES Y LA INMORTALIDAD DEL ALMA (470- 399 a C)
Sócrates fue el primero de los tres grandes filósofos griegos cuyas enseñanzas fueron y son, aún hoy día, el fundamento filosófico de nuestra civilización occidental. Nació en Atenas, la más importante de las polis griegas, en el año 470 a.C. y fue condenado a muerte en esa misma ciudad en el año 399 a.C. Su muerte dejó un enorme vacío en aquellos que fueron sus discípulos, y uno de ellos trató de rememorar por escrito, en forma dialogada y de la manera más espontánea posible, lo que habían sido esas tertulias intelectuales. Esa es la razón por la que esos escritos reciben el nombre de “diálogos”. En estos diálogos, los interlocutores deben estar dispuestos a renunciar a las ideas preconcebidas para aceptar las modificaciones que fueran surgiendo a lo largo del debate. La honestidad intelectual es fundamental. Uno de esos diálogos trata del tránsito desde esta vida terrena hacia la que existe luego de la muerte en el más allá; ese diálogo fue plasmado en un libro llamado “Fedón o del Alma”.
No existe en la historia de la filosofía nadie que como Sócrates haya reflexionado con tanta serenidad y lucidez sobre su muerte inminente, y lo que acaecería al alma una vez que la sentencia se concretara.
Sócrates no escribió nada. Lo que sabemos de sus enseñanzas se lo debemos principalmente a su brillantísimo alumno Platón quien, en sus diálogos, nos dejó los más completos relatos de sus enseñanzas. Parece claro que algunas de las enseñanzas atribuidas a Sócrates expresan en realidad, al menos en parte, el pensamiento del propio Platón y no es sencillo establecer dónde termina Sócrates y comienza Platón.
Ambos compartían la convicción de que el cuerpo y el alma estaban unidos formando una única realidad; ambos estaban convencidos de que el saber hace al hombre libre y virtuoso, y por lo tanto un buen ciudadano. Lo malo es el resultado de la ignorancia…
Uno de los enormes méritos de Sócrates fue el de haber sido el maestro y formador de su alumno Platón, quien a su vez tuvo como alumno nada menos que al más grande filósofo de todos los tiempos, Aristóteles. Estos tres genios son la base de la cultura occidental.
Por los datos que tenemos Sócrates tuvo como padre a un escultor, y su madre fue una partera. Estos detalles no son menores, pues de la profesión de su padre y especialmente la de su madre que ayudaba a dar a luz a los niños, sacó la idea de imitar a ambos; de su padre, que de un bloque de mármol lograba formar una bella escultura sacó el objetivo de dar forma racional a las mentes rústicas de sus alumnos. La manera de lograr este objetivo la sacó del oficio de comadrona de su madre, que ayudaba a las mujeres a dar a luz. Sócrates se propuso ayudar a sus alumnos a sacar a la luz las verdades que estaban latentes en su alma. La forma de hacerlo sería a través de oportunas preguntas y repreguntas que fueran acercando al alumno a la respuesta correcta. El maestro debía lograr que sea el propio alumno quien descubriera la respuesta correcta. A esta forma de enseñar se la denomina Mayéutica.
Por sus mordaces críticas a la democracia ateniense y a la religión oficial de su tiempo, fue condenado a muerte recurriendo a un procedimiento común es esa época, beber una venenosa infusión de cicuta.
FEDÓN
Es el diálogo más estudiado y comentado de todos los diálogos de Platón. Describe las últimas horas de vida de Sócrates, rodeado de sus discípulos y discutiendo con ellos sobre los motivos que tiene para mostrarse sereno y confiado ante la inminente e injusta sentencia de muerte que le fuera ordenada por los magistrados de Atenas. Esas dramáticas horas no serán aprovechadas para mover influencias, que ciertamente tenía, para evadir la sentencia, sino para analizar y sopesar entre todos los asistentes, la solidez de las diversas opiniones sobre la muerte y de lo que sobrevendría luego de ella.
Sócrates como filósofo sabe perfectamente que sobre estos temas las pruebas de la razón no tienen la fuerza conveniente y por eso pone como fundamento de sus convicciones a la esperanza. Pero esa esperanza no es ni loca ni necia pues está justificada pues, como dijera Sócrates, “el riesgo de creer bien vale la pena de creerlo”.
A su alumno Cebes le dice “cuando la muerte llega al hombre, lo que hay de mortal en él, muere y lo inmortal se retira sano e incorruptible… si existe pues alguna cosa inmortal e imperecedera, mi querido Cebes, debe ser el alma y por consiguiente nuestras almas existirán en el otro mundo”.
EL CONTEXTO DEL DIÁLOGO
Este diálogo platónico evoca las enseñanzas de Sócrates a sus discípulos en las horas previas a su muerte. Se desarrolla en un ambiente de imperturbada serenidad y confianza. Es una intensa reunión académica que pareciera alejada del contexto en el que quien la dirige, en pocas horas más ya no estará más con sus alumnos. Solo en la parte final de esta descripción los alumnos cobran real conciencia de la inminencia de la sentencia y lo que ella supondrá para ellos. En su desesperación solo ofrecen alternativas para evitarla, que su maestro rechazará.
Los asistentes a tan profunda reunión son principalmente Equécrates, Fedón, Apolodoro, Cebes, Simmias, Critón, el Servidor de los Once, Sócrates, su esposa Jantipa y otros, en total 14 discípulos. Simmias y Cebes son los más activos en esta reunión celebrada en la cárcel donde Sócrates, engrillado, esperaba el cumplimiento de la sentencia. El tema obligado será obviamente el de la muerte que aguarda a su maestro, y de la sorprendente actitud que demuestra ante semejante perspectiva.
Es generalmente aceptado que Platón al escribir este diálogo pone en boca de Sócrates buena parte de sus propias convicciones filosóficas. El diálogo comienza con Equécrates preguntando a Fedón por las circunstancias que acompañaron la muerte de Sócrates y los temas discutidos con el maestro antes de su muerte. El recuerdo detallado de los temas analizados en esa profunda conversación entre el maestro y sus discípulos, es el argumento usado por Platón para escribir este diálogo.
EL ALMA
Manifiesta que el verdadero filósofo debe estar dispuesto a morir pues en la vida terrena su alma está en el cuerpo como en una prisión que impide estar en la búsqueda de la verdad absoluta e inmutable, tarea que solo puede hacer el alma sin el cuerpo; ella es eterna y es la que puede conocer las cosas suprasensibles, el cuerpo solo desea la satisfacción de las bajas pasiones, el dinero, los honores y los placeres. Por lo tanto, la vida del filósofo es una preparación para la muerte pues tras ella podrá contemplar la verdad y los goces eternos junto a los dioses y los antepasados. El cuerpo es una indeseable molestia que dificulta el vuelo del alma. A pesar de lo dicho, aunque la muerte sea deseable, de ninguna manera debe ser buscada por el hombre; se debe esperar el llamado de los dioses.
Para Sócrates el alma inmortal es exclusiva del hombre y es la sede del pensamiento y de los valores morales; identifica al Yo con su alma. El hombre es básicamente su alma, que es lo único que sobrevivirá pues su cuerpo se disgregará en la tierra; por eso debe cuidarla buscando siempre la verdad y el bien.
Estas ideas, si bien están preferentemente en el Fedón, también las podemos leer en otros diálogos, particularmente en la Apología. O en Anaxágoras, o Pitágoras.
ALGUNAS CITAS TEXTUALES DEL FEDÓN SOBRE LA INMORTALIDAD
“…una vez que se juntan alma y cuerpo en un solo ser, la naturaleza prescribe a éste el servir y el ser mandado, y a aquella, en cambio, el mandar y ser su dueña. Según esto, también, ¿cuál de estas atribuciones te parece más semejante a lo divino y cuál a lo mortal? ¿No estimas que lo divino es apto por naturaleza para mandar y dirigir, y lo mortal para ser mandado y servir?”…
“Y el alma, entonces, la parte invisible, que se va a otro lugar de su misma índole, noble, puro e invisible, al Hades en el verdadero sentido de la palabra, a reunirse con un dios bueno y sabio, a un lugar al que, si la divinidad quiere, también habrá de encaminarse al punto mi alma…Si (el alma) se separa del cuerpo en estado de pureza, no arrastra consigo nada de él”…
… “se va a lo que es semejante a ella, a lo invisible, divino, inmortal y sabio, a donde, una vez llegada, le será posible ser feliz, libre de extravío, insensatez, miedos, amores violentos y demás males humanos, como se dice de los iniciados, pasando verdaderamente el resto del tiempo en compañía de los dioses”…
… “los que son filósofos en el recto sentido de la palabra, se abstienen de los deseos corporales todos, mantiénense firmes y no se entregan a ellos: ni el temor a la ruina de su patrimonio ni a la pobreza los arredra, como al vulgo y a los amantes de la riqueza; ni temen tampoco la falta de consideración y de gloria que entraña la miseria, como los amantes de poder y de honores, por lo cual abstiénense de tales cosas”…
… “quienes tienen algún cuidado de su alma y no viven para el cuerpo, ocupados en modelarlo, y no siguen el mismo camino que aquellos…se encaminan en pos se ella (de la filosofía) por el camino que les indica”…
“Contesta pues -prosiguió Sócrates- ¿qué debe producirse en un cuerpo para que tenga vida? / Un alma- contestó (Cebes). / ¿Y esto es siempre así? / ¡Cómo no va a serlo! – dijo Cebes. / Entonces, ¿el alma siempre trae la vida a aquello que ocupa? / La trae, ciertamente. / ¿Y hay algo contrario a la vida o no hay nada? / Lo hay – contestó Cebes. / ¿Qué? / La muerte”…
“Bien, y a lo que no admite la muerte, ¿Qué le llamaremos? / Inmortal. / ¿Y no es cierto que el alma no admite la muerte?/ Sí. / Luego el alma es inmortal. / Sí”….
“Luego, cuando se acerca la muerte al hombre, su parte mortal, como es natural, perece, pero la inmortal se retira sin corromperse.”
“Si la muerte fuera la liberación de todo, sería una gran suerte para los malos cuando mueren, el liberarse a la vez del cuerpo y de su propia maldad juntamente con el alma… Pues vase el alma al Hades sin llevar consigo otro equipaje que su educación y crianza, cosas que, según se dice, son las que más ayudan o dañan al finado desde el comienzo mismo de su viaje hacia allá. Y he aquí lo que se cuenta: a cada cual, una vez muerto, le intenta llevar su propio genio, el mismo que le había tocado en vida, a cierto lugar, donde los que allí han sido reunidos han de someterse a juicio, para emprender después la marcha al Hades en compañía del guía a quien está encomendado el conducir allá a los que llegan de aquí.”
“…el alma impura y que ha cometido un crimen tal como el homicidio injusto u otros delitos… a ésa la rehúye todo el mundo y se aparta de ella, y nadie quiere ser ni su compañero de camino ni su guía, sino que anda errante… Y, al contrario, el alma que ha pasado su vida pura y comedidamente, alcanza como compañeros de viaje y guías a los dioses, y habita en el lugar que merece.”
“…una vez que los finados llegan al lugar a que conduce a cada uno su genio, son antes que nada sometidos a juicio, tanto los que vivieron bien y santamente como los que no. Los que se estima que han vivido en el término medio, se encaminan al Aqueronte, suben a las barcas que hay para ellos y, a bordo de estas, arriban a la laguna, donde moran purificándose; y mediante la expiación de sus delitos, si alguno ha delinquido en algo, son absueltos, recibiendo asimismo cada uno la recompensa de sus buenas acciones conforme a su mérito. Los que, por el contrario, se estima que no tienen remedio por causa de la gravedad de sus yerros, bien porque hayan cometido muchos y grandes robos sacrílegos, u homicidios injustos e ilegales en gran número, o cuantos demás delitos hay del mismo género. A esos el destino que les corresponde los arroja al Tártaro, de donde no salen jamás. En cambio, quienes se estima que han cometido delitos que tienen remedio… pero viven el resto de su vida con el arrepentimiento de su acción, … estos habrán de ser precipitados en el Tártaro por necesidad; pero, una vez que lo han sido y han pasado allí un año, los arroja afuera el oleaje.”
“Por último, los que se estima que se han distinguido por su piadoso vivir, son los que, liberados de estos lugares del interior de la tierra y escapando de ellos como de una prisión, llegan arriba, a la pura morada… es menester poner de nuestra parte todo para tener participación durante la vida en la virtud y en la sabiduría, pues es hermoso el galardón y la esperanza grande”.
… “por todos estos motivos, debe mostrarse animoso con respecto de su propia alma todo hombre que durante su vida haya enviado de paseo los placeres y ornatos del cuerpo, en la idea de que eran para él algo ajeno, y en la convicción de que producen más mal que bien”… (traducción del Dr. Luis Gil, catedrático de la Universidad de Madrid).
CONCLUSIÓN
Todos sabemos que amputar a un autor es un delito intelectual, porque al hacerlo surge la posibilidad de lecturas e interpretaciones amañadas o incompletas. Para apreciar todo el contenido, lo ideal sería leer y releer personalmente el diálogo completo. En esta nota no se han tenido en cuenta aquellos temas que no tenían que ver con la supervivencia del alma. El objetivo era demostrar que desde siempre el hombre creyó, con mayor o menor acierto, en la supervivencia y el diverso destino del alma humana en el más allá. Estas creencias están evidenciadas en los monumentos funerarios de las más variadas formas y tamaños que se construyeron a largo del tiempo. ¿Si del fallecido no sobreviviera nada, si todo fuera solo materia, qué sentido tendría que el hombre primitivo lo hubiera evocado con ceremonias, y quisiera perpetuar su memoria construyéndole recordatorios o monumentos?
Esas creencias están escritas en la naturaleza humana, son universales, pertenecen al conocimiento natural y espontáneo de todo hombre. El gran mérito de Sócrates fue describir en forma sorprendentemente clara lo que sus antecesores habían creído en forma más confusa. En eso está su genialidad.
Fue el cristianismo el que desbrozó de la doctrina de Sócrates aquello que es real de aquello que es figurado, dejando a un lado muchas de las minuciosas y floridas descripciones del recorrido del alma hasta llegar a su destino definitivo. Sin embargo, la coincidencia es plena en los temas esenciales, como que se debe llevar una vida virtuosa, que hay supervivencia del alma luego de la muerte y que seremos premiados o castigados según la conducta llevada en la vida terrena. Estas creencias, manifestadas con mayor o menor claridad, siempre existieron, en todas partes y en todos los tiempos. No son producto de la Revelación, fueron puestas en la naturaleza humana por el Creador.
En la próxima nota veremos el relato de la muerte de Sócrates.
Nota: Profesor Humberto Guglielmin
guglielmin.humberto@live.com