DIA DE LA MEMORIA – Parte 6 PRESIDENTES DE LOS AÑOS 70: R. A. Lastiri y J. D. Perón

Nota: Profesor Humberto Guglielmin –

RAÚL ALBERTO LASTIRI
Fue presidente durante 4 meses, desde el 13 de julio al 12 de octubre de 1973. No tenía formación académica alguna y ni siquiera hay constancia que haya terminado el secundario. Había trabajado en los medios de radiodifusión, lo que le permitió relacionarse con una gran cantidad de dirigentes políticos peronistas, incluida la propia Eva Perón. Estas relaciones le facilitaron acceder a puestos políticos dentro del partido y hasta a algunas representaciones diplomáticas.
Se casó en segundas nupcias con la hija de López Rega, treinta años menor, lo que le facilitó acceder al entorno de Perón. Cuando López Rega viajaba desde Madrid a Argentina cumpliendo misiones encargadas por Perón, Lastiri lo sustituía en todo, desde la correspondencia de Perón hasta la de darle sus medicamentos; esta atención permanente, habría ido creando una sutil relación de agradecimiento hacia quienes se encargaban de cuidar su salud y bienestar. Por eso no sorprendió a nadie que, luego de la renuncia de Cámpora, Lastiri fuera designado para sustituirlo en forma provisoria.

Lastiri era el presidente de la Cámara de Diputados pero accedió a la presidencia de la nación porque se mandó al presidente de la Cámara de Senadores Díaz Bialet a una improvisada misión diplomática en Argelia para quitarlo de la línea de sucesión. Esta manipulación de la ley impuesta por López Rega le permitió acceder a la presidencia. Su misión sería la de preparar el llamado a elecciones que permitieran que el propio Perón fuese el presidente que manejara los destinos del país.
No le tocaron buenos tiempos. La situación era extremadamente grave: la inflación estaba desbocada; en treinta días, el dólar triplicó su valor; el ERP realizaba acciones militares que por su audacia sorprendían e intimidaban; todos los días había asaltos y muertos por violencia política.

Sin embargo estos problemas no afectaban a Lastiri. Él era un vividor, vivía en una realidad que no era la de los argentinos. Solo una prueba: el periodista Alfredo Serra le hizo una entrevista para la revista Gente. Habían convenido que fuera sobre temas políticos pero, ya con el grabador funcionando le dijo: “De política ni una palabra” por lo que hubo que improvisar una entrevista diferente a la pactada. Lastiri y su mujer se veían muy distendidos y trataron de impresionarlo mostrándole su enorme departamento sobre Av. Libertador, su lujosa cama matrimonial, los muebles, sus zapatos, su ropero, un revólver Magnum 357 en su mesita de luz y su sorprendente colección de más de 300 corbatas. Y dijo tonterías como que: “Me cambio tres veces por día desde las medias a la corbata”. Y su mujer confirmó: “Es un hombre muy limpito”.

La revista Gente en su siguiente número publicó numerosas fotografías de la pareja y de su lujoso estilo de vida. La nota de la revista provocó escándalo en la opinión pública; era la prueba de que el Presidente Lastiri vivía ajeno a la realidad que padecía la gente, estaba de joda. Igual que nuestros actuales gobernantes.

El repudio popular tuvo como consecuencia que dos días después, el periodista encontrara en la puerta de su departamento una nota sobre un cartucho de dinamita que decía: “Vos, tu mujer y tu familia son boleta”. La Triple A había visitado al periodista Serra, quien entendió el mensaje y, sin dudarlo, abandonó rápidamente el país.
Al comenzar el mes de septiembre el ERP asalta el Comando de Sanidad del Ejército Argentino, un hecho que por su audacia conmovió a la opinión pública y forzó que el ERP fuera declarado ilegal. Ese mismo día Perón ganaba las elecciones presidenciales e inauguraba su tercer período de gobierno.

JUAN DOMINGO PERÓN
El 23 de septiembre de 1973 Perón arrasó en las elecciones con un 62% de los votos dejando a Balbín, del Radicalismo, en completa minoría. Llevaba como vice a su tercera esposa María Estela Martínez de Perón, llamada Isabelita. Su inclusión en la fórmula fue una desagradable sorpresa porque todo el mundo sospechaba que no tenía preparación para tanta responsabilidad.
No eran tiempos fáciles. El evidente fracaso de las gestiones de Cámpora y Lastiri introdujo un estado de creciente duda sobre las soluciones que el peronismo podría aportar a los problemas del país. Para muchos, Perón dada su edad y salud ya no estaba en condiciones de hacerse cargo del gobierno; quienes lo rodeaban no despertaban ninguna confianza y sobre el horizonte se avecinaban graves problemas.

En el Medio Oriente había estallado la crisis del petróleo (1973) por la decisión de los grandes productores árabes de no vender petróleo a Occidente en castigo por el apoyo que daban a Israel. Obviamente este desabastecimiento con mayor o menor intensidad afectó a la industria, el transporte y el comercio en todo el mundo. Se encareció todo y cundió en todas partes el descontento.
En américa latina se estaban produciendo golpes militares cuyo objetivo era mantener a los países latinoamericanos dentro del bloque occidental, disuadiéndolos de aceptar la “exportación de la revolución” que, con relativo éxito, estaban promocionando Fidel Castro y, en su momento, el Che Guevara.

En el plano interno, en lo económico Perón decidió continuar con el Pacto Social ideado por José Ber Gelbard (afiliado al partido comunista) que básicamente consistía en estabilizar la economía con un acuerdo entre el Estado, la CGT y la CGE (Confederación General Económica, fundada por Gelbard y Perón, que reunía a pequeños y medianos empresarios), que debería garantizar la rentabilidad de la actividad productiva de la industria y al mismo tiempo contener las expectativas económicas de la población con un aumento de sueldos generalizado de solo el 20% y la suspensión de las paritarias por dos años. Estas medidas serían selladas con un duro congelamiento de sueldos y precios. Por supuesto este plan fue rechazado por toda la izquierda, armada y no armada.

En el plano político Perón vio con amargura cómo su indiscutible autoridad de antaño era crecientemente desconocida. No podía creer que aquellos jóvenes que por tantos años lo idolatraron ahora lo desafiaran con propuestas políticas de las que Perón y el peronismo estaban excluidos. Para ellos el peronismo era una cosa superada, había que “cambiar de sistema” e imponer, costara lo que costase, el socialismo revolucionario que triunfaba en Cuba. Lo llenó de dolor y de ira que apenas dos días después de ganar las elecciones con el 62% de los votos, los Montoneros dieran muerte al hombre que más apreciaba, José Ignacio Rucci. En ese momento comprendió que su “juventud maravillosa” era capaz de asesinar si alguien no aceptaba someterse a ella. Este asesinato y los atentados terroristas sucedidos bajo Cámpora y Lastiri lo forzaron a tomar duras medidas.

En diciembre de 1973 el parlamento había decidido suprimir la leyes antiterroristas de la dictadura creyendo que contribuirían a pacificar el país, pero al ver un resultado completamente distinto al esperado – en solo 5 meses se habían producido 185 atentados graves, perpetrados por el ERP y por Montoneros – Perón concluyó que por el diálogo y la persuasión no se lograría nada, por eso decidió tomar medidas represivas como: aumentar las penas que señalaba el Código Penal para los actos terroristas; prohibir importar cualquier libro o literatura que fuera considerada contraria a la forma republicana de gobierno; intervenir los canales de TV 9, 11 y 13; destituir al rector de la UBA Rodolfo Puiggrós por ser considerado un enemigo de la democracia republicana (lo había designado para ese cargo H. J. Cámpora) y sustituirlo por el conservador V. Solano Lima y finalmente intervenir aquellas provincias que estaban muy infiltradas por la guerrilla, ellas fueron: Córdoba, Salta, Mendoza, Santa Cruz y Buenos Aires. Sus gobernadores serían reemplazados por interventores federales confiables, etc.

Esta reforma del Código Penal le trajo fuertes dolores de cabeza ya que ocho diputados vinculados a la Juventud Peronista objetaron la elevación de las penas para delitos relacionados con el terrorismo y mantuvieron esa postura a pesar de que Perón, en una entrevista con ellos, les pidió que no usen la camiseta peronista para defender causas diferentes a la peronista y que si no estaban conformes que se fueran. Por orden de Firmenich, el líder de Montoneros, esos ocho diputados renunciaron a su banca produciéndose un gran estrépito político.
Entre esos rebeldes que querían imponer “la patria socialista” por la fuerza, estaba el ex diputado por la provincia de Buenos Aires Carlos Kunkel, un amigo de Néstor Kirchner. Este montonero, luego de su paso a la clandestinidad, reapareció en el mortal asalto al Regimiento de Monte de Formosa donde hubo 24 muertos. Con la llegada del Kirchnerismo, asegurada la impunidad de sus crímenes y ajenos a las preocupaciones por los pobres, tanto Kunkel como muchos de sus camaradas, con sus conductas admitieron que habían vivido equivocados ya que parasitar el Estado en puestos burocráticos y vivir en el mundo capitalista como un ocioso burgués, no eran tan mala idea.

En los primeros meses de 1974 se habían producido una serie de reuniones de Perón con diversos grupos de la Juventud Peronista. Esas reuniones fueron siendo progresivamente más tensas. En la que hubo el 26 de abril, un delegado de Montoneros le advirtió a Perón que a la concentración en Plaza de Mayo por el Día del Trabajador “van a concurrir todas nuestras organizaciones, que se van a expresar en sus canciones y estribillos”.
El día anterior a la concentración, Montoneros publicó una solicitada invitando a trabajadores y militantes a la Plaza de Mayo y enumerando una larga serie de exigencias que le hacían a Perón.

El 1 de mayo de 1974, día del trabajador, centenares de colectivo repletos de jóvenes del interior del país cuyos viajes habían sido pagados por los gremios en algunos casos y por Montoneros y grupos de izquierda en otros, fueron llegando a Buenos Aires. Los vehículos de estos últimos se estacionaron en los alrededores de la Facultad de Derecho. Muchos de ellos venían directamente a cuestionar a Perón porque “ya no era revolucionario”; otros jóvenes venían por la satisfacción de conocerlo en persona.
El Perón que ahora estaba en el gobierno había dejado de lado la intolerancia de antaño y tenía el propósito de cerrar viejas heridas con los partidos y los líderes opositores que había enfrentado en el pasado. Quería la concordia y la paz y por eso se había acercado a los dirigentes del Radicalismo y del Partido Conservador para organizar en forma conjunta un Modelo Argentino de gobierno, que fuera un espacio de coincidencias comunes en temas centrales para el país. Pensaba que era la única forma de sacar el país de entre sus escombros. Quiso que este Modelo, cuyo contenido ratificó el Parlamento, fuera su testamento político.

En el discurso pronunciado en el Parlamento ese 1 de Mayo, insistió en un tema que entonces no tenía la difusión que tiene hoy: la ecología, los problemas que creaba la industrialización, el respeto a la naturaleza y la marcha de la humanidad hacia el suicidio de no lograrse acuerdos internacionales para combatir con determinación la contaminación del medio ambiente. Asimismo ratificó que la doctrina Justicialista “es revolucionaria en su concepción, pero pacífica en su realización”.
Insistió en este tema porque sabía que Firmenich (Noviembre de 1973) había escrito que “la ideología de Perón es contradictoria con nuestra ideología porque nosotros somos socialistas” (comunistas)…la contradicción con Perón es insalvable…la solución ideal sería que Perón optara por admitir que la historia va más allá de su proyecto ideológico…Perón sabe que nuestra posición ideológica no es la misma que la de él.”
Concluida su intervención en el Parlamento, Perón se dirigió a la Casa Rosada para desde allí dirigirse a la muchedumbre que lo esperaba en la plaza. Ambas intervenciones tendrían graves consecuencias para Perón, para el peronismo y para la historia del país. Sería el más explosivo Día del Trabajo.

Previo al discurso de Perón, el gobierno había preparado una celebración popular con artistas y cantantes y para luego proceder a la elección de la Reina del Trabajo. Sin embargo los variados y agresivos estribillos de los Montoneros y de la Juventud Peronista (J.P.) comenzaron a interrumpir y producir incomodidad en los artistas y en los políticos que los escuchaban dentro de la Rosada. Un estribillo era muy insistente y decía “Qué pasa /qué pasa mi general / está lleno de gorilas / el gobierno popular”.
Entre otros hubo un cantito atronador que sacó de quicio al general y le hizo salir al balcón. Con sus manos pidió en varias ocasiones que hicieran silencio para poder hablar, pero no lo consiguió. Mientras tanto la multitud continuaba gritando: “Vea, vea, vea/ que manga de boludos/ votamos a una muerta / a una puta y a un cornudo”. Esta letra fue particularmente hiriente porque evocaba negativamente y con toda claridad a Eva Perón, a Isabel Perón (su tercera esposa) y al propio Perón, como víctima de una supuesta relación clandestina entre Isabelita y López Rega. Cuando terminaba este descalificador estribillo se reiniciaba el “Qué pasa, qué pasa…o el otro muy repetido “Se va a acabar, se va a acabar/ la burocracia sindical”. Perón no podía creer lo que escuchaba de la boca de quienes años atrás él había calificado como “Juventud maravillosa”.
En un momento en que el griterío pareció disminuir, aprovechó para hablar y comenzó a evocar la última vez que desde el balcón de la Rosada se había dirigido a los obreros, pero fue rápidamente interrumpido por un tronar de bombos y el “Qué pasa, qué pasa”… Perón, enojado, de forma enérgica dijo algunas palabras de las que solo se escucharon con claridad “esos estúpidos que gritan”… y poco después la palabra “imberbes”

A partir de esas palabras la plaza se convirtió en un pandemónium. Con golpes y palos, que aparecieron en forma sorpresiva, los grupos sindicales tuvieron un confuso enfrentamiento con los de los Montoneros y de la Juventud Peronista (J.P.) iniciándose una masiva retirada de la Plaza de Mayo hacia la zona de la Facultad de Derecho. La plaza quedó con muy poca gente pues había sido copada casi con exclusividad por la izquierda con el propósito previamente convenido de retirarse, para que se note que quien mandaba en el país ya no era Perón. La retirada no habría sido porque Perón los expulsó, era algo decidido de antemano. Por supuesto hay otras opiniones.

Dada la volatilidad de la situación, cualquier cosa podía suceder y por eso el coronel Jorge Sosa Molina, jefe de Granaderos y de la custodia presidencial, temiendo lo peor, ordenó cerrar herméticamente las puertas de la Casa Rosada y poner ametralladoras pesadas apuntadas a ellas por si se producía un posible intento de tomarla.
Aprovechando el desbande, Perón continuó diciendo que el Día del Trabajador era una buena ocasión para rendir homenaje a esas organizaciones que “habían visto caer a sus dirigentes asesinados sin que todavía haya sonado el escarmiento”. El significado de estas palabras preanunciaba tiempos de más violencia y dejaban en claro la decisión de Perón de apoyarse solo en el poder sindical. La extrema agresividad y arrogancia de Montoneros hacían inevitable un futuro de sangre pues ambas partes se mostraban como las dueñas exclusivas de la verdad y despreciaban a la otra parte.

Esa noche muchos líderes Montoneros, con increíble soberbia, afirmaron que Perón y el peronismo se habían quedado atrás en la historia y que había que adoptar la etapa superadora del peronismo, el socialismo Montonero. Perón era definitivamente parte del pasado; por eso resulta increíble que hoy los que se reconocen como continuadores de esos “jóvenes idealistas” insistan en que siempre fueron peronistas. ¿Del peronismo de Fidel Castro?

Sorprende que los herederos de esos jóvenes idealistas, que hoy nos están gobernando y que decían luchar por una patria de iguales, sean millonarios sin haber trabajado nunca, se hayan vuelto los revolucionarios defensores de modelos políticos de 1930 (¡!), se muestren dóciles y sumisos a los oráculos de una mujer condenada por ladrona del dinero de un pueblo hambreado, vivan en los lugares más exclusivos y desde sus importantes cargos manifiesten una cruel indiferencia ante el crecimiento de la más extrema pobreza. ¿Para los hijos de esos jóvenes idealistas los ideales de sus padres, son puro verso para la gilada?

La arrogancia de los Montoneros y de la J.P. manifestada en sus reiterados y ofensivos estribillos, pisoteaba los símbolos más respetados del peronismo: Eva Perón, Isabel Perón y el propio Perón. Esta desastrosa celebración del Día del Trabajo amargó los últimos dos meses de vida del general, que moriría el 1 de julio de 1974.

Según algunas versiones, entre los participantes de este acto estaba el estudiante Néstor Kirchner, no aclaran si estaba entre los grupos de Montoneros, de los sindicalistas o de los que estaban en la tribuna.

En la próxima nota veremos datos sobre la muerte de Perón, las vicisitudes por las que pasaron sus restos y detalles sobre el gobierno de Isabel Perón.

Nota: Profesor Humberto Guglielmin –

guglielmin.humberto@live.com

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