LA FIESTA DE LA NAVIDAD

Nota: Profesor Humberto Guglielmin –

La Navidad no es una hermosa fábula para hacer soñar a nuestros niños. Es mucho más que eso, es un enorme acontecimiento histórico y religioso que resalta el amor de Dios a los hombres al hacerse uno de ellos. La Navidad es el cumplimiento de las profecías que anunciaban la venida del Mesías que nos liberaría del yugo del pecado. La Navidad es una súplica de paz entre los hombres de buena voluntad. Hoy la Navidad casi ha perdido su sentido original exclusivamente religioso. Lo celebran todos, incluidos los ateos y los que profesan religiones que no son cristianas. Buena parte de ellos cree que es una fiesta laica para los niños y para que los adultos intercambien regalos. Muchos lo celebran sin siquiera hacer la menor referencia a lo que sucedió en Belén. Y, como no podía ser de otra manera, es una fiesta muy esperada por los comerciantes para hacer una buena caja.
En Navidad, que significa nacimiento, el gran cumpleañero es el Niño Jesús, nacido de María en Belén de Judá, en una gruta donde algunos animales buscaban abrigarse del frío. Nueve meses antes de este nacimiento la Iglesia evoca la Anunciación del ángel a María revelándole que sería la madre de Jesús. La Navidad es el cumplimiento de ese anuncio.

LA ANUNCIACIÓN
El Evangelista San Lucas lo describe así: “el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. María quedó muy conmovida al oír estas palabras y se preguntaba qué significaría tal saludo.”
“Pero el ángel le dijo: no temas María porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo…” “María entonces dijo al ángel: ¿cómo puede ser eso si yo soy virgen? Contestó el ángel: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios…. Para Dios nada es imposible.”
“Dijo María: Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como has dicho. Después la dejó el ángel”. Luego de la visita del ángel, María va a visitar a su prima Isabel quien al verla exclamó en voz alta: “¡Bendita tu eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!… ¡Dichosa tu por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!”
“María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del Señor… porque se fijó en su humilde esclava… El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su nombre!”
María se quedó tres meses acompañando a su prima Isabel, que sería la madre de Juan el Bautista, el precursor, el que anunciaría la próxima venida del Mesías Prometido. Pasado ese tiempo María volvió a su casa.

JESUS NACE EN BELÉN:
“Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Este fue el primer censo, siendo Quirino gobernador de Siria. Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados, cada uno en su ciudad natal. José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada”.
“Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa.”
“En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. Pero el ángel les dijo: No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.
“De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia”.
“Después de que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer. Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. Entonces contaron lo que los ángeles le había dicho del niño. Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían.”
“María, por su parte, guardaba todos estos acontecimiento y los volvía a meditar en su interior. Después los pastores regresaron alabando y glorificando a Dios, por todo lo que habían visto y oído”… Hasta aquí extractos textuales de los capítulos 1 y 2 del Evangelio de Lucas.

LOS ÁNGELES
En estos párrafos llama la atención la notoria presencia de los ángeles. ¿Qué son? Como nosotros y el mundo que nos rodea es material, nos resulta difícil concebir la existencia de seres espirituales, inmateriales. Las ciencias empíricas, que se llenaron de orgullo por sus grandes descubrimientos y aportes tecnológicos, nos dicen que todo comienza y termina en la materia. Que solo existe aquello que puede ser estudiado en laboratorio y que por lo tanto lo que no es materia no existe.
(Todos, sin embargo, incluidos ateos y agnósticos, aunque sea en forma confusa, creemos que de alguna manera nuestros seres queridos fallecidos y sepultados, siguen espiritualmente vivos y están en algún lugar, que para muchos es el cielo junto a Dios. Y muchos creemos que alguna vez, con un cuerpo de otra naturaleza, nos volveremos a ver felizmente con ellos. Somos materialistas hasta que tropezamos con realidades no materiales, como el misterio de la muerte, que hacen tambalear todas nuestras seguridades).
Según la Teología, entre el hombre y Dios existe una escala de seres de perfección creciente a los que se les da el nombre de ángeles. En el Antiguo Testamento esos seres aparecen cumpliendo mandatos de Dios ante los hombres, y de esta misión les viene el nombre: Ángel, es decir, “el enviado”, “el mensajero” o “el embajador”. Estos “enviados” fueron los que se hicieron visibles a los pastores y les anunciaron el nacimiento de Jesús.
La misión de los ángeles no siempre reviste la espectacularidad que hubo cuando nació Jesús en Belén. En ocasiones estos “enviados” de Dios se hacen presentes en nuestras vidas en forma más discreta, por ejemplo cuando a través de alguna persona, conocida o no, nos prestan una asistencia inesperada; cuando alguien nos da la solución a una situación desesperante; cuando una conducta no habitual nos salva de un grave peligro; cuando alguien nos da compañía en momentos de extrema soledad, o un consejo o consejero que nos lleva a un cambio positivo de nuestra vida etc. En estas ocasiones son los ángeles los que a través de otras personas son “enviados” por Dios en nuestra ayuda.
Al igual que con otros temas fueron los artistas los que, en su afán de hacer catequesis a gente sencilla, oscurecieron el concepto de ángel representándolos como jovencitos alados. Y uno se pregunta ¿De qué otra manera podrían haber representado a estos seres inmateriales, “enviados” de Dios? Les pareció una buena idea representarlos como jóvenes, bellos y alados porque son seres muy especiales, no son humanos; sus alas evidencian una naturaleza distinta, intermedia entre la humana y la divina y esas alas visibilizan su misión: ir de Dios al hombre y del hombre a Dios. ¿ Podemos criticar a los artistas?

CONCLUSIÓN
María había aceptado libremente ser instrumento de Dios para que de ella naciera Jesús, el Mesías prometido. El niño nacido en Belén es el Hijo de Dios encarnado en María, es por lo tanto verdadero Dios y verdadero hambre. Es una sola persona con dos naturalezas, la Divina y la humana. Jesús no fue solo hombre sino Dios y hombre, ambas naturalezas unidas en una sola persona. Es por eso que son erróneas esas miradas sobre Jesús que lo hacen solo hombre, con todas las miserias propias de nuestra naturaleza.
Jesús vino a la tierra para restaurar las relaciones entre Dios y el hombre, rotas por el pecado. Fue la respuesta de Dios al drama del hombre; la reconciliación de la creatura con su Creador. Semejante acontecimiento no puede menos que ser celebrado por todos con una gran alegría. Pero en esta celebración deben privilegiarse los niños y la familia, porque en la Navidad se celebra no solo la infancia sino también la niñez de Jesús junto a sus padres, en familia.
¡FELIZ NAVIDAD!

Nota: Profesor Humberto Guglielmin

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