GOLPE DE ESTADO

Autor de la Nota: Profesor Humberto Guglielmin –

Se llama así al intento exitoso o no de hacerse del poder por parte de un individuo o grupo, desplazando a quien lo ocupa legítimamente usando para ello la fuerza o el hostigamiento sistemático encaminado a su renuncia o al vaciamiento de su autoridad. En el primer caso estaríamos ante un clásico golpe militar latinoamericano. En el segundo caso hay menos descaro pero el objetivo se consigue lo mismo. Los casos más conocidos de esta segunda forma son los que llevaron al poder a Mussolini y a Hitler. El ejército no se movió de sus cuarteles pero la constante agitación promovida por estos líderes fue suficiente para forzar la entrega del poder por parte de Víctor Manuel III en Italia y de P. von Hindenburg en Alemania. La continua presión los vació de poder.
En ambos casos esos líderes violentaron la voluntad popular alegando que ellos eran los que verdaderamente representaban al pueblo y que las instituciones democráticas clásicas eran propias de gobiernos débiles y decadentes. Se consideraban los conductores e intérpretes infalibles del verdadero pueblo. Algo de esto se huele por estas tierras.

No necesariamente debe haber muertos en los golpes de estado. De hecho hubo alzamientos militares en los que no hubo derramamiento de sangre, y golpes de estado civiles en los que sí hubo sangre, por ej. el que provocó la caída de Fernando de la Rúa provocó más de 40 muertos y centenares de heridos.

Las causas más comunes de los golpes de estado suelen estar relacionadas con la expansión de la pobreza, la falta de capacidad de mando de quien ocupa el poder, las diferencias ideológicas irreductibles entre sectores de la sociedad, conductas ilegales o inmorales por parte de los gobernantes o simplemente por la decisión de una persona o grupo que pretenden privilegios que le son negados por la ley.

En Argentina el tiempo de los golpes de estado de origen militar parece haber terminado para siempre. Solían ser el epílogo de una crisis causada y no resuelta por los políticos de turno que, incapaces de solucionar la crisis que ellos causaron, invocaban “La patria en peligro” y golpeaban las puertas de los cuarteles para que fueran los militares los que conjuraran esa crisis. Siempre los enfrentamientos fueron entre civiles, pero terminaban arrastrando a los militares para que definan el vencedor.
A los políticos la intervención de los militares los dejaba en condiciones de esperar un poco y luego cargar sobre ellos toda la responsabilidad por los problemas que no solucionaban. De esta manera quedaban en condiciones de criticarlos y proponerse como una esperanza de futuro mejor.

Así, los militares terminaban desgastados y los civiles no se hacían cargo del fracaso. Pero como ahora este golpismo militar ha desaparecido, está siendo sustituido por un golpismo civil cuya primera manifestación clara fue la caída de de la Rúa.
Dada la prescindencia de los militares los políticos no tendrán más remedio que asumir que ellos son los causantes de los problemas y que son ellos los que deben solucionarlos, y que si no lo lograran deberán pagar un duro precio. La sola renuncia de los funcionarios incompetentes acompañada de una jubilación de privilegio, no es otra cosa que un premio a quien fracasa.

Una vez que la minoría golpista está en el poder lo primero que hará será modificar el orden constitucional en las partes que afectan a sus intereses y, para salvar las apariencias, utilizará los artilugios convenientes para dar apariencias de legalidad a las reformas que estaba necesitando. Un claro ejemplo es la autoamnistía decretada por el gobierno militar para borrar los hechos de la guerra sucia. Lo mismo quieren hacer hoy con la ampliación del número de integrantes de la Corte Suprema, para colocar en ella a integrantes que le aseguren la impunidad por los crímenes económicos cometidos en los tres períodos K.

Al imponer la voluntad del líder por sobre la ley, inevitablemente los golpistas terminarán transformándose en dictadura, sin el menor deseo de poner fecha de cese a la usurpación del poder. Y, como es sabido, las dictaduras no se alejan del poder por decisión propia y sin derramamiento de sangre.

Los golpistas así como necesitan una Justicia cómplice que, con la excusa que fuere, acepte la supresión de libertades y garantías constitucionales y los absuelva de sus crímenes, también necesitan que sea implacable con los que rechazan los cambios que ellos quieren imponer.

En el resto del mundo tanto los golpes como los golpistas son fuertemente condenados por varias razones: 1) El establecimiento de un líder mesiánico que supuestamente va a solucionar todos los problemas, supone que el país y sus instituciones están en una humillante minoridad mental, y que muchos de sus habitantes defienden que así sea. 2) La exaltación del líder- militar o civil- es un retroceso en las normas de convivencia humana pues se hacen prevalecer los intereses sectoriales por sobre los de las mayorías y 3) Parte de la población, con el argumento de cumplir con el deber de restablecer la institucionalidad, apelará a una creciente violencia que puede conducir a una cruel guerra civil.

En Argentina estamos ante un desembozado proceso de vaciado de poder del Presidente de la República por parte de la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y su séquito de incondicionales. Las razones aducidas para hacerlo serían varias: El país va de mal en peor y no hay perspectiva alguna de mejoría por la notoria incompetencia del hombre elegido por Cristina para presidente. Ante esta realidad Cristina quiere despegarse del caos político y económico reinante desconociendo la autoridad de quien ella designó para presidente y de esta manera quitarse de encima la responsabilidad que le cabe.

Otra razón sería que el Presidente no habría cumplido con la promesa de hacer caer las múltiples causas penales que la comprometen, y como ella cree que está por encima de la ley que se aplica a los demás mortales, no está dispuesta a pasar por los tribunales y sufrir una eventual condena. No quiere hacerlo, y para evitarlo está pateando el tablero sin medir las dramáticas consecuencias posibles.
La tercera razón tiene que ver con una práctica muy extendida en los países atrasados y en las dictaduras, la del culto a la personalidad. El nombre de Néstor Kirchner se impuso tanto en el barrio prostibulario más grande de argentina, el barrio “las casitas” de Rio Gallegos, como en centros culturales, calles y avenidas, hospitales, bibliotecas, represas, gasoductos, escuelas, comisarias, rotondas, plazas, canódromos, piletas, auditorios, terminales de ómnibus, aeropuertos, línea de colectivos K, monumentos de cuerpo entero, bustos, canchas de los más diversos deportes etc. etc. Esta completa ridiculez no sucedió sin la aprobación de Cristina y es innegable que también ella sueña con el bronce, pero las causas penales se le interponen y eso le resulta intolerable.

Ha demostrado que esas causas son el único problema que le preocupa y que para hacerlas caer está dispuesta a patear todos los Códigos, el sistema judicial y también la Corte Suprema. No le faltan astutos sofistas en alquiler, dispuestos a herir de muerte a la Justicia para satisfacer a quien le paga.

La humillación del hombre que Cristina eligió para presidente llega, por su grosería, a extremos sin antecedentes en la historia política argentina. Para las descalificaciones más duras, Cristina suele utilizar a terceros. En este caso su vocera fue la Diputada por el Frente de Todos Fernanda Vallejos que dijo sobre el Presidente “Es un okupa porque no tiene votos, no tiene legitimidad… no tiene ningún mérito propio para estar ahí… se tiene que allanar a lo que dice Cristina porque por su boca habla el pueblo argentino… el tipo está atrincherado en la Casa Rosada… no lo quiere nadie… mequetrefe que no sirve para nada… este gobierno ya fue, fracasó… la dueña de los votos, la dueña de la legitimidad, la dueña del apoyo popular, la dueña de la base de sustentación de este gobierno y la que lo sentó ahí es Cristina”. Nadie de la oposición fue tan cruel.
Cristina puso en duda la autoridad del presidente al decir, “se puede ser legítimo y legal de origen y no de gestión”. Ella lo designó y es por lo tanto corresponsable del caos que estamos padeciendo, caos que ella no supo prever y del que ahora intenta desentenderse.

En el Estadio Único de La Plata, el 18-VIII-21 el presidente estaba, como siempre criticando a Macri y su gobierno, cuando de golpe Cristina lo retó ante todo el país diciéndole en forma imperativa “¡no tomes de la botella…no tomes de ahí!”. El presidente solo atinó a decir “sí, me la trajeron recién” pero Cristina le reiteró “¡no tomes de la botella!” y nuestro pusilánime presidente solo atinó a decir “¡Me reta, me reta!”. Y Cristina concluyó la humillación diciendo “¡Qué horrible!” El día 3-6-22 le ordenó “Te pido que uses la lapicera con los que tienen que darle cosas al país”. Antes, el 26-X-20 le había informado que en el gobierno, “Hay funcionarios y funcionarias que no funcionan”. Y poco después, el 18-12-20, manifestó que “Todos aquellos que tengan miedo (se refería a altos funcionarios) o que no se animan (no aclaró a qué cosas) vayan a buscar otro laburo (sic)”.

C.F.K. pasó años hostigando en forma creciente a Martín Guzmán porque no le gustaba su manejo de la economía y cuando por fin logró su renuncia, lo acusó de provocar “una desestabilización institucional”. ¿En qué quedamos? Cuando Wado de Pedro y ocho ministros presentaron sus renuncias al presidente por los resultados adversos de las PASO, esas renuncias ¡fueron juzgadas un acto de responsabilidad! ¿En qué quedamos?
Ella sabe que sus palabras siempre son titulares de la prensa y que cuando va a hablar se produce algo así como una cadena nacional espontánea. Para el discurso del 8-VII-22 en

El Calafate se vistió como encopetada señora del barrio Norte, pero su discurso fue particularmente alejado de la realidad angustiante en la que viven los argentinos. Todos esperaban su luminosa respuesta a esos problemas, pero demostró vivir en una realidad ajena a la del argentino común.
Comenzó maltratando en forma sobradora y ante todo el país a la locutora, por haberla llamado en la forma que establece el protocolo. Luego habló de los previajes y de las ventajas del déficit de Aerolíneas porque estimulan el turismo interno; acusó a CABA por ser la jurisdicción que más gasta y la que menos dólares genera; de la fuga de dólares y de la inflación, sin la menor referencia a sus causas y posibles soluciones. Todo muy chirle. Ponderó las excelencias de Alicia Kirchner y prometió que “No voy a revolear ningún ministro, quédense tranquilos”… con lo que estaba admitiendo que lo hizo, por ejemplo con M.E.Bielsa (vivienda), J.P.Biondi (vocero presidencial), M.Losardo (justicia), M.Kulfas (producción), M. Guzmán (economía) etc. ¿Quién es el que manda?

Mientras ella hablaba de bueyes perdidos y de forma increíblemente superficial, el país entraba en estado de pre anarquía, el presidente abandonaba su puesto de mando, el valor de la moneda se evaporaba, desaparecían los precios y el ánimo de los argentinos estaba y está por los suelos. Ella en cambio estaba de buen humor y vestida como para un desfile de modelos; no tenía motivos para preocuparse como el resto de los argentinos, pues ella tiene un ingreso mensual de $ 4.140.000,- ¿Este ingreso será el justo premio por su éxito en mejorar la vida de los argentinos?
Una frase que muestra su arrogancia y soberbia fue: “A mí con argumentos y razones me llevan a cualquier lado, a las trompadas y cachetadas a ninguno; que lo sepan todos y todas”. Se cree una pitonisa infalible, con derecho a calificar y descalificar a todo el mundo, entre ellos al presidente que ella designó y al que vació completamente de poder.

Asombra que este vaciamiento, no haya provocado un fuerte rechazo en el oficialismo y en la aposición. ¡Ningún argentino cree que quien de hecho manda en el país sea Alberto Fernández! Esta situación no es lo que ordena la Constitución y por lo tanto en una democracia debería ser absolutamente inaceptable. El orden constitucional no lo pueden alterar ni los militares ni los civiles. Y tampoco Cristina. La vicepresidenta debe ocupar el discreto papel que le asignan las leyes, pues el poder ejecutivo en Argentina no es compartido sino unipersonal y ella no está por encima de las leyes. Debe ajustarse a la ley como todos.

Son tan condenables y antidemocráticos los golpes de estado hechos por los militares como los golpes que hacen los civiles. Y no se deben tolerar excepciones. El presidente legal debe ser Alberto Fernández y desconocerlo es un golpe de estado.

Nota: Profesor Humberto Guglielmin
guglielmin.humberto@live.com

Fotos: Los anteojos de Tata – Infobae

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