MARADONA

Paula Dapena, jugadora de fútbol de divisiones inferiores de España, se negó a adherir al minuto de silencio que hizo su equipo en memoria de Diego Armando Maradona y se sentó en el suelo dando la espalda a la tribuna. Interrogada por el diario Pontevedra Viva sobre los motivos de su disconformidad respondió: “por las víctimas (de la violencia machista, se recordaba el día internacional para su erradicación) no se guardó un minuto de silencio, entonces, obviamente, no estoy dispuesta a guardar un minuto de silencio por un maltratador y que no se haga por las víctimas”. Le reconoció “habilidades futbolísticas espectaculares pero no se le pueden perdonar todas las barbaridades que cometió en su vida. Para ser jugador hay que ser primero persona y tener unos valores más allá de las habilidades”. Inapelable el veredicto de esta jugadora gallega.

El velatorio de Maradona en la Casa Rosada en vez de en la Cancha de Boca, además de haber sido un error fue un grosero intento de capitalizar políticamente la convocatoria, que se descontaba sería masiva. Un baño de multitudes disciplinadas y dolientes sería un bálsamo para el gobierno luego del pésimo manejo de la pandemia con sus catastróficas consecuencias sobre la salud, la economía y la educación; pero, una vez más, todo resultó muy mal.

¿Por qué Maradona, que según la Constitución era un argentino más, iba a tener en la Casa Rosada Exequias de Estado, masivas y con protocolo sanitario a voluntad, y el resto de los argentinos, guardando riguroso protocolo, eran forzados al entierro precipitado, sin despedidas y de manera casi clandestina de sus seres queridos fallecidos?
En las provincias, los “dictadores de tierra adentro” aprovecharon la pandemia para permitirse crueldades imperdonables contra la población, por ejemplo: la negación de autorización a un padre para que pudiera ver a su hija agonizante y lúcida, que sabía que iba a morir a la brevedad y que lo quería ver antes de su partida; Abigail Jiménez debió cruzar el límite con Santiago del Estero en brazos de su padre, desesperado por el llanto de su hija debido al fortísimo dolor que le producía un cáncer muy agresivo, porque reglamentaciones estúpidas e inhumanas se lo dificultaban; más de 8.500 formoseños debieron esperar en el lado chaqueño, por interminables meses, la autorización para entrar a su provincia. Uno de ellos, impaciente por ver a su hijo recién nacido, quiso cruzar el río Bermejo para entrar en su provincia, pero las aguas turbulentas de ese río no se lo permitieron, murió ahogado. La espera de la autorización por parte de esa muchedumbre fue a la intemperie, con el invierno que se acercaba, las lluvias, el hambre, la imposibilidad de cualquier forma de higiene, con el retorno del calor, los mosquitos y el riesgo de dengue etc. A las autoridades de Formosa ¿no se les ocurrió ninguna alternativo para evitar esta crueldad para con el pueblo sencillo?, ¿disfrutaron mucho viendo cuanto poder tenían? Solo la orden de la Corte Suprema de Justicia de la Nación convenció a Gildo Insfran de que debía permitirles el ingreso.

La brutal violación de los D.D. H.H. perpetrada por este cruel y vitalicio dictador provincial no fue condenada firmemente por ninguna asociación que defiende los derechos humanos ni por las autoridades de otras provincias o del gobierno nacional. Al contrario, el presidente lo halagó con un inexplicable elogio: “es uno de los mejores políticos y seres humanos”. Claramente el presidente, o mentía a sabiendas o conoce a muy poca gente decente y con sentido común.

Victoria Donda, el Inadi y otras agrupaciones humanitarias ante estos hechos guardaron un silencio cómplice y se negaron a intervenir. Sobreactúan ante nimiedades para justificar su existencia pero evitan intervenir cuando puede haber roces con el poder político. Este accionar no justifica la existencia del Inadi.

Los méritos deportivos de Maradona tuvieron generosa recompensa en el afecto de la gente y en los fabulosos contratos en dólares con los clubes a los que perteneció y con las más variadas agencias por todo tipo de publicidades. Nadie, ni el país ni la gente, le debía nada, ya había recibido su paga. Al contrario, su conducta desordenada fue asociada desfavorablemente a Argentina.

El culto pagano a Maradona es racionalmente injustificable. No fue San Martín, Favaloro, Milstein, Borges o Teresa de Calcuta. Solo fue un enorme jugador de fútbol cuya vida deportiva fue abreviada por su vida disipada y las adicciones. Con más disciplina habría sido otro Di Stefano.

Su veneración exaltada pone de manifiesto la absoluta ausencia de argentinos destacados, indiscutiblemente buenos y dignos de admiración, todos tienen cola de paja. Ante la falta de personajes extraordinarios que admirar, se recurre al endiosamiento de personajes menores, especialmente políticos, a los que se eleva a la categoría de ídolos pero, como todos los ídolos, son dioses falsos.

La enorme cantidad de asistentes tanto a la Plaza de Mayo como a lo largo del camino al cementerio, incluyendo el tramo de extravío del cortejo fúnebre, se explica en parte por estas razones: fue estimulado por el gobierno nacional, la gente no tenía otras obligaciones porque la desocupación laboral es masiva, y porque, luego de diez meses de encierro irracional era una buena excusa para salir y departir socialmente. De paso ¿este velorio señaló el fin de la pandemia? El caos que se vivió ¿señala que Argentina retornó a la normalidad? ¿Volverán las escuelas?

La tumultuosa concentración en Plaza de Mayo puso en las pantallas de la TV de todo el mundo que la barbarie aún corre por nuestras venas. Haber invitado a la prensa extranjera para que viera nuestra particular forma de expresar congoja por la muerte de Maradona fue una gran intuición porque: los extranjeros pudieron apreciar cómo la vicepresidenta robaba cámara ante el féretro de Maradona; que mientras muchos, agitando los brazos frenéticamente, festejaban goles imaginarios, los barrabravas ocupaban por la fuerza la Casa Rosada, tiraban al suelo el busto de Hipólito Yrigoyen y acampaban en el patio de las palmeras; pudieron ver piedras y botellas cruzando el espacio aéreo nacional; a un presidente de la nación, megáfono en mano, haciendo un ridículo intento de calmar a la turba que le invadía la casa de gobierno; a muchos dolientes ingiriendo birra o lo que fuere; a la vicepresidente huyendo por una puerta trasera; el apresurado traslado del féretro a una sala más segura protegida por militares, etc. Ante este descontrol la familia exigió la interrupción de este particular velorio, cosa que molestó al gobierno nacional porque se le escapaba la posibilidad de obtener el rédito político que habían imaginado.

Maradona obviamente no era perfecto: a pesar de haber completado solo su educación primaria y no ser amante de los libros y la cultura, se permitía opinar en forma doctoral sobre casi cualquier cosa; hablaba mucho de su dura infancia en Fiorito y se decía defensor de los pobres pero, a pesar de contar con recursos sobreabundantes, nunca hizo nada significativo por ellos y, habano en boca, vivió como un imperturbable bacán; su incoherente ideología socialista lo acercó a Fidel Castro, Maduro, Evo Morales, V. Putin, al Presidente Fernández y a Cristina Kirchner… ; se proclamaba familiero porque “la familia es lo más grande que hay”; fue hasta empalagoso en la relación con Doña Tota, su madre, pero no con las mujeres con las que se cruzó en la vida. Dejó hijos por doquier, que solo aceptó reconocer cuando la justicia, ADN en mano, se lo intimó. Tanto en Cuba como en Argentina están en fase judicial varios pedidos de reconocimiento de paternidad.

No son, por lo tanto, desatinadas las expresiones de Paula Dapena ni las de la cantante italiana Laura Pausini quien resaltó que la muerte de Maradona coincidió con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y afirmó que “en Italia es más noticia el adiós a Maradona, un hombre seguramente buenísimo jugando a la pelota, pero de verdad poco apreciable por miles de cosas que se hicieron públicas”.
Por su parte, desde Colombia, el comentarista Alberto Linero luego de ponderar sus enormes habilidades en la cancha y su capacidad de liderazgo acotó que “nunca fue un referente moral”, cosa que no habría por qué destacar si él se hubiera abstenido de calificar y descalificar a medio mundo. “Cada ser humano tiene algo que es posible entender al considerar su entorno, su ambiente vital”. “No solo el mundo del fútbol se succionó de él todas las alegrías posibles, sino que muchos de su entorno lo usaron para ganar dinero y terminaron chupándole la vida de a poquito”. Y termina afirmando que con su vida demostró que “la fama no hace pleno al corazón humano; sus adicciones fueron la expresión de esa búsqueda de realización que no dan los aplausos, el reconocimiento ni el dinero. Lo peor que le puede pasar a los humanos es hacerles creer que son dioses”…

Y tres apostillas:
– Siempre rodeado de muchedumbres murió en la más completa soledad.
– El gobierno nacional al demostrar su completa incapacidad para organizar un velorio, da pocas esperanzas de que sea capaz de enfrentar exitosamante desafíos más grandes.
– Los del interior del país nos sentimos humillados como argentinos por la falta de civilización que se manifiesta en muchos de los eventos del AMBA. Aquí no somos tan salvajes.

Nota: Profesor Humberto Guglielmin – guglielmin.humberto@live.com

Foto: Futbolred, Radio Brisas, El Litoral, Ambito, gente.com.ar, Claudio Savoia

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