PADRE MAURO

No es fácil hablar sobre este penoso suceso, en especial para aquellos que eligieron no hacer leña del árbol caído. Me consta que fueron muchos los que, lejos de las cámaras, derramaron silenciosas lágrimas y no pudieron conciliar el sueño por varios días y sus noches.
Suponiendo que los hechos se hayan dado básicamente como los describieron los medios –cosa que deberá ser demostrada- y sin atreverme a opinar sobre su veracidad y gravedad, quiero destacar algunos aspectos de la personalidad del Padre Mauro.

Se trata de un hombre que desde que llegó a Bahía Blanca no hizo otra cosa que animar a la comunidad, visitando las casas de la parroquia, los grupos de guías y scouts, Cáritas parroquial, catequesis, jardín, primaria y secundaria del colegio San Cayetano, las cinco capillas de la jurisdicción parroquial, todo tipo de reuniones, etc. Conocía a cada uno de los que colaboraban de la manera que fuere con la actividad parroquial. Para todos tenía una sonrisa o una broma simpática. Se movía en bicicleta o en una moto que muchas veces sufrieron robos de partes. Todos somos testigos de su austeridad de vida y de su frenético ritmo de trabajo.

¿Por qué escribo estas cosas? Porque considero injusto que se lo califique solo por esta denuncia, y porque no es bueno que aquellos que no conocen nada de la Iglesia logren imponer una visión tendenciosa de la realidad con generalizaciones livianas.

El Padre Mauro es sacerdote porque recibió el Orden Sagrado, pero este hecho no modificó en absoluto su naturaleza humana, con sus impulsos, pasiones, fantasías, tentaciones, etc. La opción por la vida sacerdotal, tan llena de soledades, negaciones de sí mismo y de entregas sin retribución, no necesariamente permite escapar a los avatares de la naturaleza humana, realidad que no es diferente en el caso de los jueces, los comerciantes, los periodistas, los médicos, los industriales, etc. Todos se iniciaron en su actividad movidos por los más nobles propósitos, pero algunos tuvieron alguna o muchas infidelidades a esos buenos propósitos, y una cosa es flaquear una vez, y otra muy diferente hacerlo de manera habitual. Luchar contra el atractivo a veces casi irresistible del mal es una de las consecuencias de nuestra condición humana. Es obvio que no se debe flaquear nunca porque eso es lo debido y porque las claudicaciones escandalizan; pero hacer un festín cuando el implicado es un integrante de la Iglesia Católica, y al mismo tiempo demostrar la más inexplicable indiferencia o directamente complicidad con gravísimos y reiterados delitos cometidos por gobernantes y políticos contra el pueblo Argentino, resulta muy sospechoso. No somos ecuánimes ni para calificar ni para descalificar.

De paso, quisiera señalar que este suceso ha producido un rebrote del más morboso amarillismo por parte de uno de los entrevistadores, que con personal regodeo revolvía detalles que la entrevistada quería obviar, pero que él consideraba que podían servir a su particular lucimiento, aunque eso implicara el maltrato a la entrevistada y el oscurecimiento de los hechos.

Y para terminar, una invitación: el que esté libre de culpa que le tire al Padre Mauro la primera piedra.

Bahía Blanca, 25 de noviembre de 2019
Nota: Profesor Humberto Guglielmin
Foto: La Nueva

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