Las apariencias engañan. De corporativos y aplaudidores, está lleno el mundillo municipal bahiense

Editorial 139.-

bevilarra11La mentira es una de las fallas que menos se tolera a los políticos. Cuando evalúa a sus clases dirigentes, la sociedad contemporánea tolera los errores admitidos con humildad y sencillez, máxime si son la consecuencia indeseada de actuaciones bienintencionadas, pero censura con severidad la falsedad consciente y la mentira deliberada… Pero hay políticos que, junto a la mentira explícita, que consiste en prometer lo contrario de lo que se sabe que se va a hacer, recurren, también, a una técnica más refinada y sutil para engañar a los ciudadanos. Sin llegar al extremo de mentirles con descaro e insolencia, esto último sólo puede hacerlo impunemente quien cuente con la complicidad servil de los medios de comunicación, se acogen a la refinada práctica de sugerir, con obras y gestos, una actitud o un propósito radicalmente distintos a los que realmente se abrigan. Es decir, dan a entender una cosa, cuando saben a ciencia cierta que harán la contraria. El engaño es igual de grave en este caso, pero digamos que es menos ostensible; se nota menos. Pasa más desapercibido.
La descripción que abre esta editorial no tiene nombres propios ni fechas. Podría hablar tanto de una comunidad actual, como de una de otros tiempos. De una de acá a la vuelta o de otra ubicada a miles de kilómetros de distancia. Así entendía Josu Erkureka, político del Partido Nacionalista Vasco, lo que observaba de las conductas de los partidos mayoritarios en su país. Y lo volcó en su blog, inspirándose en la sociedad política vasca de hace casi cinco años. Aun lejana, esta visión nos sirve para entender (o para ratificar sensaciones) sobre lo que ocurre (y desde hace rato) en nuestras propias narices. Esas que hace varios años ya (demasiados) que vienen oliendo a podrido (y no solo por lo que viene del polo petroquímico). La lista de ejemplos que así lo exponen sería muy extensa (los invitamos a repasar números anteriores de Át para recordarlas): nos ocuparemos aquí solo de las más recientes.
En los próximos días, la comisión investigadora creada en el Concejo Deliberante deberá resolver si sanciona o no al concejal del Frente Renovador, Ricardo Pera. Tiene una oportunidad inmejorable para aplicar una medida ejemplificadora para aquellos que siguen apelando a la violencia y la eliminación (física o virtual) del otro para imponer sus ideas o intereses. El cuerpo emitió tres dictámenes: dos favorables a Pera (uno, el de su propio bloque, por disciplinaria partidaria o bajada de línea y el otro del bloque Lealtad Peronista, del edil Luis Serra, ¿por lealtad gremial?) y uno, mayoritario, que recoge la abundancia de testimonios que avalan el accionar patoteril del gremialista del transporte. En su descargo ante la comisión (para lo cual contrató a un afamado abogado platense, especialista en ayudar a dirigentes políticos en problemas), Pera contraataca y acusa a sus pares de ejercer una actitud corporativa en su contra. Es decir, de priorizar la defensa de sus propios intereses de grupo por encima de los generales. Escuchar a Pera hablar de actitudes corporativas es, para ser piadosos, bastante curioso. Se trata del mismo personaje que, a fines de 2012, cuando el Concejo debía definir una suba de tarifas en el transporte urbano de pasajeros, no dudó en dejar sin servicio a miles de pasajeros y enviar a varios afiliados a la UTA a apretar a los concejales que rechazaban el aumento. Un reajuste que beneficiaría a los conductores y padecerían (como finalmente, terminaron padeciéndolo) también los usuarios. ¿Qué más corporativo que eso? “A los trabajadores no le meterán más la mano en los bolsillos y menos 24 tipos que reciben los sueldos que pagamos nosotros” decía Pera por entonces de quienes hoy, muchos de ellos, son sus pares. Los “corporativos”.
bevienmalvinasApenas se hizo cargo en forma interina del municipio, después de la huida de Breitenstein, el ignoto Gustavo Bevilacqua recurrió a lo que tenía a su mano para sobresalir y llamar la atención. Al mismo tiempo, seguía a pie juntilla el libreto que le indicaba que debía reemplazar todo lo que fuera color naranja por el azul celeste del kirchnerismo. Y así, cuando no era un año electoral y se estaba lejos, todavía, de volver a las urnas, priorizó ese comportamiento dictado (ya sabemos por quién) por encima de la solución de varios problemas que aquejaban (y aún aquejan) a la ciudad. Cada vez que Scioli llegaba a Bahía Blanca, él no estaba para recibirlo. Y si el gobernador venía a la zona para reunirse con intendentes, él prefería quedarse aquí. “Mejor que ir a aplaudir es trabajar” decía por entonces. Ahora, el libreto, le indica hacer todo lo contrario. Horas después de abandonar, sin ningún esfuerzo por continuar, su discurso de apertura de sesiones en el Concejo Deliberante (en otra muestra de desprecio por las reglas institucionales de la ciudad), Bevilacqua apareció sonriente en la inauguración de un natatorio. No; no era el que prometieron hace años ya instalar en cercanías del parque de Mayo, sino otro ubicado a varios cientos de kilómetros de distancia, en ¡Malvinas Argentinas!¿Qué hacía el intendente en el conurbano? Acompañaba a Sergio Massa, a quien, lejos de aquella premisa de priorizar “el trabajo sobre el aplauso”, se encarga de ver cada vez más seguido. Debe tener las manos rojas de tanto aplaudir…
Tanto Pera como Bevilacqua, abrevan de la misma fuente. Ambas conductas provienen de similar fuente representada por Dámaso Larraburu. Ese que después de tantos años de gobernar en las sombras, ahora quiere ir por el bronce (aunque, según las encuestas, le cueste una enormidad salir, por ahora, de la calidad hojalata y se haya quedado sin su único apoyo explícito fuera de la ciudad, como Felipe Solá). Y en esa búsqueda de la gloria, pasó de cuidados terceros y cuartos planos en las fotos, a primerísimos encuadres como el que lo mostró a la derecha del intendente, en el acto por el 11 de abril. Ni siquiera dos años pasaron de aquel momento en que, tras anunciarse el pase del ex diputado nacional al Frente Renovador, Gustavo Mena, por entonces jefe de Gabinete municipal, anunciaba: “Dámaso Larraburu no pertenece más a este espacio” y avizoraba que a su primo, se lo iba a ver poco por Alsina 65. Suenen fanfarrias…

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