Instantáneas del fin de año político en Bahía Blanca

Editorial 120 – 

Tapa A´t 1200001A la foto del árbol de fin de año político-institucional en Bahía Blanca, no la arregla ni el mejor de los fotoshops… En la intendencia, continúa Gustavo Bevilacqua, una vez que la renuncia de Cristian Breitenstein consagró la máxima estafa a la voluntad popular en democracia, en un pésimo homenaje a la celebración de los 30 años de su costosa y sufrida recuperación. El abogado de Médanos, ya sin el molesto aditamento de “interino”, completará el mandato hasta 2015 al frente de Alsina 65, pese a que hace dos años atrás, fue electo para asumir como concejal, algo que no hizo ni hará. En Sarmiento 12, da sus primeros pasos como

presidente del Concejo Deliberante Santiago Mandolesi Burgos, representante del Frente Para la Victoria, la agrupación política que entró cuarta (sí, cuarta) en las elecciones generales de 27 de octubre con un 15% de los votos, muy magro para un partido gobernante. El salto desde la jefatura de la bancada del FPVa la presidencia del cuerpo del joven abogado, ex integrante del staff de letrados de Breitenstein, se dio con el decisivo apoyo del flamante bloque del Frente Renovador, la agrupación que recibió más votos en esos comicios, apenas por encima de Integración Ciudadana y el Frente Unidos por la Libertad y el Trabajo. Sobresale en el FR la figura de Julián Lemos, el mismo que al frente de otro bloque ya extinguido, que se llamó Unión Pro, fue clave para la aceptación de la licencia a Breitenstein en diciembre de 2011, cuando se inició el actual período de debacle institucional de la ciudad. Detrás de Lemos, tanto hace dos años como ahora, aparece como líder de ese espacio político (denominación superficial, volátil y perecedera que ha reemplazado y no por casualidad al concepto perenne de partido político)Dámaso Larraburu que, aún sin el respaldo de los votos populares que siempre le dieron la espalda, se las ingenia para influir, muchas veces desde las sombras otras, menos, desde las luces fugaces que le da la prensa amiga, en la escena política de la ciudad. Además, gracias a su alineamiento con Sergio Massa, Larraburu cierra el año, otra vez, con una banca en el directorio del Banco Provincia, en una generosa actitud de Daniel Scioli, el mismo que lo había sacado de igual sitio, no hace mucho tiempo atrás, para disgusto de Breitenstein, todavía intendente, quien había calificado a esa decisión como un “error político”.

En Bahía Blanca, así como está prohibida desde hace tiempo la pirotecniapero siempre a fin de año, cohetes, cañitas y Tres Tiros alteran los nervios de habitantes y mascotas, para cada elección nos aturden con la pirotecnia de spots y avisos de campaña en la que los candidatos del amplio espectro oficialista se muestran diferentes y críticos y representando a “renovadas” escuadras políticas. Pero después, a la hora de votar, aparecen más juntos y alineados que alumnos en la hilera de una escuela, un día de invierno a la mañana. Ese alineamiento no solo se ve cada vez que surge una votación discutida en el Concejo Deliberante (y por lo poco que se ha visto aún de la nueva conformación del cuerpo parece que va a haber muchas de ese estilo el año que entra) sino también en la cotidianeidad de las decisiones del gobierno municipal. Basta comparar sino un botón, como es la evolución del gasto en publicidad oficial que, lejos de alejarse de los parámetros instalados en la gestión de Breitenstein, tanto en cuanto a montos como a los nombres de los beneficiados, en los últimos dos años ha marcado una consecuente continuidad, más allá de que al color anaranjado de la cartelería oficial, lo haya ido reemplazando en forma paulatina el azul celeste, nacional y popular. Con el pase del larraburismo al FR, ¿se vendrá ahora otra etapa de repintado al negro, amarillo y rojo que usó Massa en la última campaña? No será necesario. No hará falta ese viraje de color para comprobar que, en el fondo, en la esencia, es poco (ó nada) lo que cambia, más allá de los discursos floridos y los Chasqui Boom. Si hasta en sus prolongadas (y no explicadas) ausencias de la ciudad se parece Bevilacqua al Breitenstein de aquellas épocas en las que se lo veía poco por Alsina 65 (cuando no se iba y pretendía mostrar que seguía por acá). Últimamente, al intendente, que en la última campaña tuvo apariciones homeopáticas de apoyo al candidato oficialista, el kimosabi Matías Italiano, también lo extrañan cada vez más en el principal despacho de la ciudad, allí donde aseguran que son crecientes sus viajes más allá de los límites del partido. ¿A quién le irá a rendir pleitesía? ¿Cuál será el destino de su cada vez más repetido peregrinaje? ¿Por qué sus apariciones públicas son contadas y en escenarios armados con mucho cuidado para la prensa donde siempre puede exhibir su infaltable sonrisa? Preguntas que merecen ser respondidas, como la del aún voluminoso e inexplicado crecimiento en su patrimonio que sigue en la incógnita y que dejamos en un sobre, junto al árbol de Navidad, con la esperanza de que algún día del año que se avecina, encuentren una explicación.

 

 

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