EL SÍNDROME DE LOS BAHIENSES MALTRATADOS…

Editorial 105 –

“Salvando las distancias”, como suele decirse cada vez que te la quieren mandar a guardar 

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sin que se note demasiado, bien se puede trazar un paralelismo entre ciertas situaciones derivadas de la política vernácula y determinados aspectos relacionados con ese flagelo de la condición humana al que se denomina “violencia de género”.

Trazar una línea clara a cuyos lados se sitúan unos pocos golpeadores y unos cuantos golpeados, que, según como se mire, hasta potencialmente podríamos ser los 300 mil habitantes de una ciudad estafada, abusada y defraudada hasta límites violentos por varios de sus dirigentes, sus aliados y, los peores, sus sirvientes más directos, golpeados desde arriba ellos y, a su vez, golpeadores hacia abajo. Una penosa caterva en la que confluyen políticos, funcionarios de distintos niveles, empresarios y periodistas, desesperados por prenderse como sea, “al gran queso municipal” y dispuestos a cualquier cosa con tal de no soltarlo por nada del mundo.

Incluyendo el costo de ver desgajada, desdibujada y reducida a la mínima expresión su propia dignidad.

Y pasa como en esos casos en los que uno ve a alguien cada semana con una marca distinta en su rostro y no puede evitar preguntarse: ¿Por qué no se va de su casa? ¿Por qué no denuncia o renuncia? ¿Por qué no hace algo por él/ella misma/o y se planta de una buena vez ante semejante denigración y aunque sea da un portazo redentor para su autoestima?

Entonces escucha o se entera de mil y un excusas y justificaciones para justificar lo injustificable, presentar lo impresentable, digerir lo indigerible.

“En realidad no es culpa de mi marido sino viene muy estresado del trabajo porque el jefe lo maltrata y con algo se tiene que descargar”.

“Pobre, tuvo una niñez difícil y se le manifiesta en estos descontroles”.

“Si lo dejo es peor, porque solo se puede descontrolar más… Y ni hablar si lo denuncio o sabe que hablo con alguien de estas cosas”.

“Si me voy, no tengo donde ir. Acá, por lo menos hay un techo y comida y antes, él era bueno. Eso sí, siempre después de molerme a palos, termina llorando sobre mi hombro y pidiéndome perdón”.

Se podría ir más atrás en el tiempo, pero en términos prácticos no tendría sentido, por eso, sirve situar el punto de corte en la escandalosa estafa de Cristian Breitenstein al no asumir la intendencia y dejar a un perfecto extraño en su lugar.

A partir de allí, la ciudad pareció ingresar en una debacle moral, que bien puede compararse a alguno de los casos de violencia doméstica recientemente enumerados.

Como todo partió de una alevosa antinaturalidad, de la más absoluta falta de lógica y de la más tremenda violación del sentido común, cuanto vino después, estuvo signado por el mismo despropósito original.

Uno a veces se pregunta, si el violento siente en algún momento de su atribulada existencia una pizca de vergüenza o remordimiento por su conducta o, realmente, no se da cuenta de su condición, es decir no tiene conciencia de sí mismo.

Lo mismo cabe plantearse en relación a estos tipos que han tomado por asalto la municipalidad: ¿Tendrán un poquito de vergüenza o realmente creerán que somos todos tan boludos como para no darnos cuenta?

Ni una sola de sus promesas de “portarse bien” se tradujo en más que eso: un amague, una intención, una insinuación…

En definitiva, un nuevo, prolongado y constante engaño, repetido como una cantinela hiriente que siempre termina remontando a la génesis de este desvarío: la estafa de Breitenstein.

En ese caso, los primeros violentados que, como la pobre ama de casa que una y otra debe salir de compras con lentes oscuros para que no se le vean los arrabales de sus ojos morados, fueron los pobres estúpidos (no cabe otra definición, perdón) que, con cara de “importantes” y hasta con cierto gesto de “estos no entienden nada” para con aquellos que advertíamos que el asunto era una vergüenza total y absoluta y no resistía el menor análisis, salieron a bancar la decisión, diciendo que “tener un ministro iba a ser algo bueno para la ciudad” porque sería como contar con un embajador en los grandes centros de toma de decisión.

Y como las pobres mujeres que se bancan los golpes con el penoso argumento de que “quien las faja es quien les da casa, ropa y comida y bueno, algún derecho tiene,” aparecen algunos comunicadores que hicieron muy buenos negocios y se llenaron los bolsillos durante la intendencia del estafador.

Así, uno asiste a situaciones tan patéticas como escuchar un lunes al cada vez más anacrónico y vetusto Lorenzo Natali, disfrazado de paladín del republicanismo más berreta, indignándose hasta el borde del llanto por las revelaciones del programa de Jorge Lanata…

Y al lunes siguiente, cuando en el mismo PPT, con similares guarismos en materia de rating, se mostró al vicepresidente Boudou, flanqueado, entre otros, por su “buen amigo Breitenstein”, claro, no decir en “Bienvenidos” ni unasóla palabra que pudiera aludir al programa más visto de la TV argentina, no sea cosa de aparecer mordiendo la mano de quien le dio de comer.

Y bastante bien que le dio de comer por cierto…

Alcanza, por mencionar apenas una cosa, con revisar una vez más las boletas del Coprotur y ver cuánto cobró REX por los microprogramas que Lorenzo Natali hizo en LU2 batiendo el parche sobre la llamada “Feria de Tecnópolis” y exaltando las virtudes del Coprotur.

O al vocero oficial Héctor Gay, desgañitándose hasta la afonía en sus sesudas pontificaciones, contra el gobernador Daniel Scioli y su completa inoperancia para resolver aunque sea uno solo de los enormes conflictos de la provincia, pero eso sí, sin que jamás se le ocurra “la brillante idea” de aunque sea por una vez preguntarle a Breitenstein por alguna de las situaciones a las que aludesistemáticamente como un equilibrista.

¿No era que tener un Ministro de la Producción bahiense era la llave de ingreso a las grandes economías del mundo, las inversiones de multinacionales ávidas por instalarse en la ciudad y, de paso, un gestor eficiente para resolver todas las cuestiones que se pudieran plantear en la siempre acomplejada relación entre Bahía Blanca y la lejana administración provincial?

Para ser sinceros, hay que reconocer que el tipo (GAY), tal vez cuando vio hacia donde iba el viento de la opinión pública cuando el anuncio de que Breitenstein no asumía, dijo que no le parecía bien que dejara el cargo…

Tanto como desde entonces hasta ahora se encargó de cuidarle la espalda todo lo que pudo, para no dar jamás una noticia disvaliosa sobre su inexistente gestión y, especialmente, diluir al máximo posible los escándalos que se fueron destapando uno tras otros y fueron dejando bien al desnudo más espantoso los desarreglos de una gestión corrupta e ineficiente, pero eso sí, “recontramaquillada” con millones de pauta publicitaria administrada vía REX, es decir no con fines de lucro, sino “Por Bahía”…

Como esos maridos que aseguran que no la castigan a la mujer, sino que la “acarician con firmeza”, estos no se la llevan “a palas” sino que “contribuyen al desarrollo de la región”…

Casos dignos de estudio

Ya no están Freud, Lacan y Jung, pero desde la eternidad, obras como “Tótem y Tabú” o “Más allá de los principios del placer” nos interpelan y, al mismo tiempo, nos iluminan la exploración de las más densas oscuridades de la psiquis humana.

Cabe preguntarse entonces si así como existen patologías como el denominado“Síndrome de Estocolmo”, según el cual, los rehenes pueden terminar enamorados de sus secuestradores, alguna vez, pueda establecerse la existencia de algún “Síndrome de los Bahienses”.

Un trastorno de la conducta que ocasione que determinadas personas aceptan que les mientan una y otra vez en la cara, los usen, los engañen, los manipulen y los extorsionen, sin nunca rebelarse.

Como material de estudio bien podría evaluarse el caso del todavía Jefe de Gabinete Gustavo Mena, paradójicamente en lo referente a esta alusión, psiquiatra de profesión él.

De un tiempo a esta parte, casi como en un acto catártico, peregrinó por ciertos oráculos periodísticos, anunciando su firme decisión de dar un portazo porque la cosa no daba para más y no sólo no le dejaban hacer los cambios que consideraba indispensables (entre ellos terminar con el contrato de Altec y con el abuso de REX), sino cada vez le recortaban más atribuciones…

Y pensar que llegó hace menos de un año con ínfulas de “Restaurador de los valores perdidos” y adalid del altruismo, la filantropía y la entrega…

“Hasta la tengo escrita a la renuncia”, anunció un viernes.

El lunes entró al despacho de Bevilacqua y salió tan secretario como entró…

Eso sí, completamente desdibujado ante quienes alguna vez le creyeron que él de él podía ser un caso distinto, una flor en el desierto, alguien potable…

Casi como esa mujer que acude desesperada a la casa de la amiga para pedir ayuda porque el marido la golpea una y otra vez y recibe como primer asesoramiento el más lógico “andate cuánto antes, adonde sea y cómo sea”.

A la semana siguiente, tal vez preocupados por la falta de noticias, la amiga se aproxima al domicilio de la víctima y la ve salir del brazo de su castigador y muy sonriente.

“Bueno; que no me venga a llorar nunca más… definitivamente a esta le debe gustar que la maltraten”, tal vez piense con un dejo de remordimiento por esa forma de razonar.

¿Le gustará a Mena que lo basureen, lo usen, lo denigren y lo niguneen?

¿Qué lo hayan traído como “la esperanza blanca” (sin alusiones capilares claro está) y ahora esté condenado al ostracismo, tal vez porque en alguna encuesta no midió como se esperaba o, peor aún, porque quizás en algún momento se atrevió a insinuar algún límite para tanta impunidad?

Tal vez no quede otra que revisar la, para nosotros inconsistente e inverosímil, declaración jurada de este funcionario, para encontrar las causas de semejante voltereta que le quita por completo toda credibilidad.

La deuda de su persona con su primo Dámaso Larraburu tal vez sea tan enorme como la multimillonaria “cápita psiquiátrica del PAMI” que las clínicas de Mena, administran desde hace muchos años y lo han hecho acumular una fortuna incalculable.

Ni hablar del secretario de Gobierno Fabián Lliteras…

Vituperado, inconsiderado, sospechado por propios y sospechoso para extraños; minimizado en cualquier otra cosa que no sea su extremo servilismo con una única finalidad: no perder el puesto, el sueldo, el carguito… en este caso, el propio y el de su mujer, bien acomodada en el escalafón municipal con un sueldo que seguramente no conseguiría ni en la actividad privada ni, por elemental decoro, con una intendencia mínimamente decente.

Devenido en “chepibe” para los mandados más lamentables, Lliteras—quien por las dudas jamás renunció a la banca de concejal que se le vence el próximo 10 de diciembre—hasta llegó al punto de tragarse el sapo de salir a bancar el impresentable contrato con Altec y al otro día, enterarse por otro lado que la decisión de terminar por fín con semejante papelón ya estaba tomada.

O, peor aún, ser instruido para “que le ponga los puntos” al presidente de bloque Santiago Mandolesi Burgos y ordenarle que “se niegue a votar la rendición de cuentas” bajo riesgo de quitarle la titularidad de la bancada y, al otro día, ante su completo fracaso de persuasión (realmente, a esta altura,¿alguien puede pensar que Lliteras puede persuadir a alguien de algo? Menudo error de cálculo ¿no?) ver como el “rebelde concejal breitensteinista” no sólo era recibido por Bevilacqua, sino que encima se salía con la suya y con la razón a su favor del despacho del intendente.

La de él no debería ser una renuncia, sino una nueva variante de dimisión con pedido de disculpas incluido a toda la sociedad, pero genéticamente, tratándose de quien se trata, sería como esperar peras del olmo.

Es decir una imposibilidad en su propia naturaleza y condición.

El otro día, alguien le dijo a ÁTICO que una de las razones por las que Lliteras no había sido echado ya del gobierno era, precisamente, las fuertes críticas a él formuladas desde nuestro modesto periódico.

¿Tan importantes seremos? Cuesta creerlo…

Aunque el delegado local de AFSCA nos haya dicho el otro día que Bahía Multimedios, al que pertenece ÁTICO, “es el grupo con más licencias audiovisuales de toda la región”, sin que, eso sí, aunque sea en atención a ese dato, el hombre, se digne, aunque sea por una vez a cumplir con su deber de limpiar el aire de emisoras “truchas”, algo que nos impide funcionar como corresponde a quienes sí cumplimos con la ley.

Pero si ese es el caso y en verdad somos “tan importantes”, la verdad es que ahora más que nunca seguiremos insistiendo… para que los impresentables se queden y no se vaya ninguno y queden allí, congelados y estampados y bien visibles en sus mediocridades, mezquindades, miserias, contradicciones y ambiciones…

Porque ahora, tan cerca de las elecciones, hasta tal vez convenga que unLliteras se quede todo el tiempo y ocupe un cargo relevante como una secretaría de Gobierno.

Su caso debería ser un faro que ilumine todo cuánto los bahienses no queremos ni merecemos de nuestra municipalidad.

¿Podrá la oposición recorrer ese camino para empezar a llevarnos a un puerto un poco menos turbulento?

Quien sabe: tal vez el caso de la oposición, local y nacional, también merecería un estudio psiquiátrico para determinar qué extraño trastorno los afecta y les impide errar goles una y otra vez con el arco libre a disposición y llevar a mucha gente a decir una y otra vez: “Estos que están son muy malos… pero en una de esas, hasta me quedo con ellos antes de que vengan estos otros”.

El 11 de agosto, ojalá, en las Primarias Abiertas si tomamos en cuenta todos estos antecedentes y los ponemos en la balanza, se podría dar un primer paso para empezar a cambiar esta larga sucesión de desaguisados.

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