HASTA ACÁ

Por Ricardo D. Martín – Revista VM VEME / www.vm-veme.com.ar

8N coprotur0001El gobierno actual, no obstante su confuso tinte ideológico que en teoría lo posicionaría en las antípodas, no ha rectificado lo esencial de los cambios profundos que se operaron en las estructuras políticas e institucionales de la Argentina a raíz de las reformas llevadas a cabo durante los períodos de gobierno del presidente Carlos Menem y luego ratificadas durante el truncado interregno de Fernando De la Rúa, salvo la reformulación y revalorización del Estado, no como mandato programático sino por la necesidad de recursos para sostener lo que denominan “el modelo” (re-estatización de la administración de los fondos previsionales, de Aerolíneas e YPF, por ejemplo) o para resolver disputas o competir con grupos de poder (Papel Prensa, Ley de Medios). Siempre, además, en una peligrosa, sutil, confusión entre Estado y Gobierno.

Partamos de la base de que existe un “sistema”, un “supra poder” por sobre las autoridades formales. El “sistema” garantiza que se conserven las relaciones de poder y “supervisan” los cambios para mantener el estado de las cosas. Fue muy notorio en la administración Menem, “revolucionaria” en función de los cambios profundos que introdujo pero sin mover un milímetro la estructura de acumulación y distribución de la riqueza; más aún, se profundizó la injusticia.

Que no se vaya nadieCon base en lo que se ha dado en definir como “capitalismo de amigos”, el kirchnerismo introdujo una puja en el sistema pero no con el sistema; la puja sería por el control del sistema, por ejercer la hegemonía o disputar ese supra poder dentro del sistema. Lo ha venido haciendo a través de variadas formas, de las que el enriquecimiento personal resulta una evidencia aunque deberían investigarse rigurosamente los negocios de grupos, empresas y empresarios, amigos, ex colaboradores o ex empleados de la presidente, de su antecesor o con vínculos con el poder (Cristóbal López, Lázaro Báez, Rudy Ulloa Igor, Vanderbroele) e históricos beneficiarios de favores estatales (los Esquenazi, Werthein, Vila-Manzano, Eurnekian).

El kirchnerismo pretende presentar esa puja como una tensión pueblo-sistema, en la que actuando en representación del pueblo intentaría resolver la contradicción a favor de la gente.

Esa pretendida representación del pueblo es una confusión forzada por el núcleo gobernante y deriva de un malicioso revisionismo del concepto de democracia, entendida como “la dictadura de la mayoría triunfante en las elecciones”.

La democracia es un sistema dinámico y flexible; la gente delega su poder con el voto pero “audita” todos los días. El porcentaje de ciudadanos que conforman la mayoría en una elección expresan su confianza en determinadas propuestas al momento de ser presentadas en la campaña electoral pero cuando esas propuestas no se concretan luego o si queda al descubierto que solo se trataba de consignas vacías destinadas a seducir al electorado, los ciudadanos ejercen su derecho a reclamar ante la defraudación de que han sido objeto.

Un académico argentino con prestigio internacional, Isidoro Cheresky, doctor en sociología, quien lidera un proyecto de investigación en el Conicet sobre Ciudadanía e Instituciones Políticas afirma que “la legalidad de los presidentes democráticos actuales ya no se consigue sólo en las urnas. Hoy (dice, quien también es consultor en gobernabilidad democrática del programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), la ‘otra columna’ de una democracia occidental es la opinión o el peso de la ciudadanía, que se expresa tanto en el espacio real (la calle) como en el virtual (las redes, las encuestas).

“Se trata de una ciudadanía que fluctúa en un escenario de identidades partidarias frágiles y relaciones cambiantes con el líder político. Este modo de ser ciudadano es activo y mucho más independiente que en el pasado de cualquier corporación (sindicatos, partidos políticos), pero sobre todo tiene poder de veto, ya al día siguiente de haber ido a votar. En las investigaciones de Cheresky, su conclusión más fuerte es, sin embargo, que “los brotes de ciudadanía del siglo XXI no persiguen fines ‘destituyentes’, ni proponen caminos alternativos. Más bien, los une el ‘no’ ante algo. Funcionan como un límite social, que parece marcarle al gobernante un hasta acá”.

6 comentarios

  1. Gracias Mario. Esa es la idea: motivar la reflexión y enriquecernos unos a otros. Enriquecedor tu aporte, con el cual coincido.

  2. Impecable la nota!
    Como indicas al final, creo que nos hace falta crecer. El concepto de ciudadano debe evolucionar.
    Coincido en que “La democracia es un sistema dinámico y flexible; la gente delega su poder con el voto pero “audita” todos los días”. Es un pequeño avance el que enuncias: la gente se expresa tanto en el espacio real (la calle) como en el virtual (las redes, las encuestas) pero resulta insuficiente. El hecho de expresar el inconformismo no alcanza para cambiar. Hay que dar un salto cualitativo, generar un cambio en el país que exige otra forma de participación. Lamentablemente, la mayoría de la gente está demasiado ocupada en resolver “su pequeña vida”, inmersos en su lucha cotidiana y no se logra una participación ciudadana activa.

  3. Gracias Ricardo Martín por tus motivantes reflexiones.
    La gente en la calle tiene una larga historia suponiendo que sea verdad aquella frase de la gente frente al edificio del Cabildo de Buenos Aires el 22 de mayo de 1810 «el pueblo quiere saber de qué se trata» y teniendo en cuenta que el «pueblo» en aquella época era una parte «selecta» y no toda la gente.
    En 1916 y en 1945 aparece «otra gente».
    Lo actual es la «movilización» de las redes sociales pero cada tanto viene bien «un poco de calle» para que la comunicación virtual se corporice y nos veamos.
    Pero mientras no tengamos dos o tres partidos políticos a nivel nacional con peso en todas las provincias esta historia de que llego al poder con tus votos y luego hago lo que me parece (porque después de las elecciones de 1983 y 1989 se acabaron las plataformas partidarias y los programas de gobierno) se va a seguir repitiendo.
    La responsabilidad de tener partidos políticos en serio (no sellos o rejunte de dirigentes) es responsabilidad de los dirigentes y de todos y «cada uno» de nosotros.
    La «comodidad» de tan sólo ir a votar un domingo cada dos años (y «ojalá no me toque ser autoridad de mesa») le viene como anillo al dedo a la mayoría de los dirigentes acerca de los cuales luego nos quejamos tanto.

  4. Cristian Breitenstein fue y es el intendente mas corrupto de la historia de Bahia Blanca y lo premiaron con un puesto en un Ministerio de la Provincia. No hay justicia para con estos sinverguenzas.

  5. No creo que solo sea responsabilidad del peronismo, Vizan. Es más complejo el tema. Te invito a que leas otra nota de mi autoría, «Tiempo de milagros», en donde expongo mi visión acerca de la degradación de los partidos políticos en la Argentina, de la trampa que los inescrupulosos le han tendido a la democracia y de la necesidad de crear una alternativa. Agradezco la lectura y tu opinión. Afectuoso saludo, Ricardo

  6. Este es el gobierno, municipal, provincial y nacional, mas corrupto de la historia de la Argentina. Ya es hora que borremos a los peronistas de una vez por todas. Porque desde Juan Perón a esta tipa, siempre ha sido lo mismo, crear vagos con todos los derechos y ninguna obligación. No es posible que la mitad de los argentinos mantengamos a la otra mitad. Ya es hora de crecer.

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