Milagro y revolución

Milagro y revolución – Alfredo Leuco –

El cardenal Jorge Bergoglio se transformó en el Papa Francisco justo en el día de San José. No fue casualidad. El sintió el llamado de Dios al pasar frente a la parroquia de San José de Flores, en su barrio. Jose fue el esposo de la virgen María, la madre de Jesús de Nazaret. José viene de justo, del sentido de justicia que guarda fidelidad a la ley. Además, por su oficio, fue convertido en el santo del trabajo de los artesanos. Dice Jairo con letra de Daniel Salzano: “Cuando José el carpintero/supo que iba a ser papá/levantó a María en brazos/ para ponerse a bailar”. Jose fue el padre terrenal de Jesús, el que lo protegió huyendo a Egipto cuando Herodes había decretado la mano dura. Por eso José es el patrono de la familia y también de la Iglesia.

Pero yo quiero hablarle de otro José que no es santo, pero que merecería serlo aunque fue un demonio. De Jose del Corral, el maestro de los chicos mas frágiles que estaba a pocos metros del trono de Pedro. José y su amigo, el cartonero Sergio Sánchez, fueron los argentinos que mas cerca estuvieron del flamante Papa. Mas cerca que todos los reyes, principes y jefes de estado mas poderosos del planeta.
Jose dijo que supo ser “ un ateo terrible” al que habían echado de 7 colegios. Pero todo cambió cuando conoció al padre Jorge que lo primero que hizo fue crear la Vicaría de la Educación para dedicarse a las escuelas públicas en las que se formó el hoy jefe de la iglesia. Un día en la Plaza de Mayo, delante de 7 mil estudiantes se puso el guardapolvo blanco que le regaló el maestro Jose. El mismo guardapolvo blanco que vistió José ayer, casi al lado del Papa ante la extrañeza y por que no decirlo, la envidia de muchos que se creen mucho.

El maestro Jose contó que cuando el padre Jorge lo llamó por telefono para despedirse porque se iba al Vaticano, como siempre le hizo una broma: “¿Voy preparando el bolso?”. Ambos rieron. Pero el docente Jose del Corral lloró cuando le avisaron que estaba invitado a la ceremonia de entronización de su amigo. Dicen que el abrazo que se dieron frente al altar, movió los cimientos de la mismísima Capilla Sixtina. El siguiente terremoto lo produjo el cartonero Sergio Sanchez que estaba vestido con su uniforme de reciclador. La emoción volvió y fue millones de lágrimas. Sergio le recordó la última misa, rodeado de cartoneros, mujeres pobres y morochas de la Patria Grande arrancadas a la trata y de la puta explotación. Muchachos renacidos del trabajo esclavo y costureras condenadas a la cama caliente y a un plato de lentejas que le pagan diseñadores vip. En esos tres argentinos, en Jorge el cura, Jose el maestro y Sergio el cartonero se podría resumir la Argentina de la esperanza, la iglesia de los pobres para los pobres.

Jose del Corral y del pesebre, encima fue iluminado por la palabra justa como su antepasado de Belén y dijo frente a un micrófono: “ La revolución es él. Su vida es la revolución”. Tuvo la sabiduría de decir todo en pocas palabras. Lo que hizo hasta acá y lo que tiene la misión de hacer de ahora en mas es una tarea titánica. Un desafío que es como una gigantesca cruz sobre los hombros. Deberá expulsar del templo a los mercaderes de la banca vaticana, a los inmorales que violan chicos y a los cómplices que los protegieron, a los jerarcas colaboracionistas de las dictaduras y los sacerdotes que asistieron a las torturas y a los que abandonaron a los pobres como último orejon del tarro y prefirieron el lujo frívolo a la austeridad franciscana y republicana y al amor por los grasitas y los descamisados.

Si Francisco lo logra habrá concretado una revolución que es el nombre que los laicos le damos a los milagros. En lo personal y con su sola presencia ya empezó a reconstruir esa iglesia desfigurada en el rostro de Dios. Ya logró el milagro de tocar el cielo con las manos sin despegar los pies del barro. Hoy Francisco está apenas un escalón abajo del reino de los cielos. Es el mismo que en el año 2009 dijo que “los derechos humanos se violan no sólo por el terrorismo, la represión o los asesinatos, sino también por las condiciones de extrema pobreza y estructuras económicas injustas que originan las grandes desigualdades”. Vox Populi, vox Dei. La única verdad revelada es la realidad. El milagro de la revolución parió una esperan.

http://www.continental.com.ar/opinion/bloggers/blogs/alfredo-leuco/milagro-y-revolucion/blog/1862494.aspx

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